Siempre resulta curioso comprobar cómo ciertas palabras o términos, tales como «rescate», «austeridad», «ajustes», etc, son conceptos tan manidos por la sociedad española hoy en día que los aceptamos espontáneamente sin pararnos a reflexionar sobre su significado. En mi humilde opinión, comparto la observación del notable economista Nassim Taleb cuando, en su excelente ensayo «The Black Swan», afirma que el poder del Estado y de la prensa para manipular este tipo de términos supone una verdadera propaganda que, lejos de informar al público, trata de evitar que se produzca un debate científico alejado de puras cuestiones ideológicas.
Esto ocurre por ejemplo con el llamado Plan de Austeridad del gobierno de España. Muchos sectores han manifestado un rechazo absoluto a los recortes del gasto público (recortes que en su mayoría, se refieren a un descenso en el incremento de los presupuestos generales del Estado). Sin embargo, en el momento en que analizamos el concepto de austeridad, podemos comprender cómo realmente nos encontramos ante un mito oscurantista.
Hay dos indicadores económicos que miden el gasto público. El primero, que es el que atrae toda la atención del ministerio de Hacienda, es el déficit público, que mide el desajuste negativo entre los gastos realizados por el Estado y los ingresos que éste percibe (la contabilidad nacional no considera los ingresos financieros a este respecto). Actualmente el objetivo del déficit público para el año 2013 se sitúa en el 6,5% del Producto Interior Bruto. Sin ánimo de ser una especie de gurú, es muy difícil creer que dicho objetivo se alcance.
El segundo indicador económico importante para medir la capacidad de financiación de la economía española es el ratio de deuda pública sobre el PIB. En estos momentos dicho indicador arroja un resultado superior al 90% de deuda pública/PIB.
A la vista de ambas medidas, queda claro que el Estado español continúa manteniendo una estructura de gasto claramente insostenible. Y si bien es cierto que otros datos de nuestra economía pueden ofrecer un mayor optimismo a nivel de reducción de desempleo y superávit comercial, lo que no puede negarse es que ahora debemos afrontar una crisis de la deuda soberana.
La crisis económica que venimos padeciendo desde hace ya cinco años evidencia una clara descoordinación entre el nivel de inversión y la tasa de ahorro de nuestra economía. Es decir, las economías domésticas (familias y empresas) y el Estado están sumamente endeudados. Por ello no puede pretenderse, a raíz de las políticas hasta ahora aplicadas, que el problema del déficit y la deuda se solucione a través de un incremento de los ingresos fiscales. Todo aumento de impuestos, especialmente aquellos que afectan al ahorro, impide que la economía privada pueda liquidar sus deudas, ya que las familias disponen de una menor renta disponible.
El verdadero ajuste debe producirse por la partida de gastos. A pesar del alarmismo social, el gasto público en España se mantiene a niveles más altos que en el año 2009 (es especialmente relevante el incremento de gastos de personal. Véase el análisis en el diario Expansión en http://diegosanchezdelacruz.wordpress.com/2013/09/10/radiografia-del-gasto-publico-en-espana-2009-2013/)
Es por esto que debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿podemos afirmar realmente que el gobierno está aplicando una política eficiente de austeridad? Es el momento de analizar la sostenibilidad del llamado Estado de Bienestar. En lugar de subir los impuestos, debemos plantearnos una seria reducción de los gastos públicos.
Son muchos los economistas que hoy en día rechazan el ahorro por parte de la economía pública y privada. Algunos de ellos, como Paul Krugman, sostienen que la raíz del problema es una falta de demanda agregada. Por ello, afirman, el Estado debe impulsar dicha demanda con programas de estímulo público y monetario.
España ya ha destinado 8.000 millones de euros al famoso «Plan E» de estímulo público, lo cual no sólo no ha resuelto el problema del desempleo sino que además lo ha agravado con un mayor endeudamiento que se traducirá en progresivas subidas de impuestos para pagar dicha deuda. No obstante, el argumento de Paul Krugman sigue siendo el mismo: «Aún no se ha gastado lo suficiente».
El mayor reto que España debe afrontar es la japanización de la economía. Si no se realiza una contundente reducción del gasto público ni se eliminan las trabas para que la economía privada se capitalice, nuestro país podrá entrar en una recesión prolongada en los años venideros.
No obstante, ¿quién pone el cascabel al gato?
Totalmente de acuerdo. No se conocen las derivas de toda esta situación, mientras la econometría intenta adivinar las cifras de paro, déficit y recesión o de empleo, superávit y crecimiento (depende del color de la fuente econométrica), me da por pensar en la pobreza que acarreará esta dinámica. Y para desgracia de muchos, el capitalismo se ha retrasado en la carrera por la esclavitud, le ha ganado la intervención pública de los grupos de presión.
Un post bien argumentado. Porque utilizar una palabra no es conocer su significado.
Muchas Gracias Jorge!
Actualizo la información del post con noticia de hoy en prensa con nuevos datos del déficit público que comprometen su objetivo fijado del 6,5%.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/16/economia/1379364697.html
Gracias Jaime
Creo que es lo que pensamos muchos. La mayoría de las medidas que ha tomado el gobierno parecen destinadas a obtener los medios para seguir «alimentando al monstruo». También es verdad que no sé hasta que punto son viables las medidas drásticas que una gran parte de la ciudadanía propone (fuera autonomías, menos funcionarios, adiós a los sindicatos, eliminar los medios de comunicación públicos, etc.)
Estoy de acuerdo con el comienzo de tu post en eso de la manipulación por parte del poder del Estado y de la prensa de esos términos que empezamos ya a aborrecer.
Y ya puestos te haré una pregunta. En el caso español… ¿Qué medidas tomarías para adelgazar el Estado?
Un saludo
Gracias por tu comentario Javier. El Estado de Bienestar ha establecido varios mitos para mantener su posición e incluso aumentarla. Hablan de asimetrías de la información, bienes públicos, etc. Sin embargo, en el momento en que cuestionamos dichos mitos y los sometemos a análisis riguroso podemos obtener conclusiones muy importantes. Por ejemplo, es absurdo hablar de asimetrías de la información porque la información en economía jamás puede entenderse como un dato objetivo que un super Estado inteligente puede recoger y almacenar a partir de millones de expectativas, gustos e incertidumbres de los seres humanos de la sociedad. Asimismo, las llamadas externalidades negativas como la contaminación o el derroche de recursos ecológicos tiene su razón de ser en una falta de correcta asignación de los derechos de propiedad. Es el problema de los bienes públicos, la llamada «tragedia de los comunes». Y es que en efecto, cuando algo es público, no hay ningún incentivo individual a gestionar eficientemente los recursos. Bien lo dice el refranero español, «lo que es del común, es del ningún».
Con esto quiero explicar que las justificaciones del Estado de Bienestar son más bien dogmáticas que lógicas, y a nosotros nos cuesta mucho entender que algo que siempre ha sido público deba cambiar hacia la gestión privada.
Respondiendo a tu pregunta, como medidas concretas de reducción de gastos, hay mucho sobre lo que tratar:
– Reducción del gasto corriente de las administraciones públicas: Durante los años de la burbuja se crearon en las distintas administraciones nuevas líneas de gestión para la inversión pública de viviendas y para numerosas ayudas que ahora, una vez llegada la crisis, se mantienen ociosas.
– Reducción de subvenciones: Personalmente conozco bien este tema, ya que he podido trabajar como auditor de operaciones del sector público. Hay un enorme número de subvenciones concedidas que no tienen ningún tipo de retorno económico. Además, muchas de las subvenciones han sido incentivos perversos para que los sectores a donde han sido destinadas puedan ajustarse y modernizarse a las demandas del mercado.
– Privatización de empresas públicas y desregulación: Ciertos sectores llamados «estratégicos» han levantado un coto a la iniciativa privada. Parece que resulta más importante quién nos provee la energía en España en lugar de preocuparnos por su coste. Así tenemos una dependencia energética de las más altas de Europa, ya que las trabas legales impiden actuar a las empresas privadas. El Estado se encarga además de subvencionar parte del precio de la energía, lo que supone que los españoles no conocemos su verdadero coste. Derroche de enegía, déficit tarifario, etc.
– Medios de comunicación: Tenemos cientos de canales públicos de televisión y radio, ya sean estatales, autonómicos o locales que para nada resultan rentables.
– Pensiones: Es uno de los debates más importantes. El sistema público de pensiones cae por su propio peso, ya que está basado en esquemas de Ponzi, es decir, que para que funcione la base de la pirámide ha de crecer continuamente, algo que no está sucediendo ante el envejecimiento progresivo de la población. Es hora de aplicar una gestión de pensiones privado.
Lo más importante es derribar la llamada falacia del «Estado que está» (parafraseando a mi colega Carlos Rodríguez Braun), que supone que si el Estado desaparece, nadie más podría proveer los servicios públicos.
El problema de los recortes es que se han realizado en gastos productivos y no tanto en los improductivos.
Mucho recorte en I+D, que puede dar patentes y riqueza a la nación y poco recorte en asesores, fastos y demás …
Lo de Krugman no tiene nombre. Siempre habla de la economía de los demás, pero pocas veces habla de la suya. A ver en lo que quedan sus teorías cuando el resto del mundo deje de comprar la deuda americana … ya tienes tema para otro post.
Un saludo