Habitualmente oímos en boca de muchos economistas y analistas bursátiles que uno de los principales problemas a tener en cuenta en el momento de abordar cualquier cuestión en lo referente al futuro ( un fututo, naturalmente, incierto), es «el problema de las expectativas» o «problema de Lachmann», en honor al economista germano que lo planteó durante toda su carrera. A lo largo de la historia del pensamiento económico, las diferentes escuelas han tratado de dar respuesta a este difícil interrogante: ¿de qué tratan las expectativas?
Keynes fue tal vez el primer gran economista que incorporó las expectativas a sus modelos teóricos. La principal característica es que para Keynes, dichas expectativas son exógenas al modelo, y además, son expectativas irracionales, las cuales serán determinantes en las decisiones de gasto e inversión que toman los agentes económicos. En efecto, en la función de inversión keynesiana, podemos observar el concepto de la expectativa a partir de los «animal spirits» (como los denominó la profesora Joan Robinson), que podemos denominar como aquellas fuerzas de optimismo/pesimismo que incentivan o disuaden a los agentes a invertir. Sin duda alguna, para Keynes, los animal spirits eran absolutamente determinantes en la función de inversión, pasando a un segundo plano la teoría del capital y el tipo de interés. De esta premisa se desprende el colorario keynesiano por excelencia, y es que, si los agentes poseen expectativas irracionales derivados de la falta de información sobre el futuro, será totalmente imprescindible la intervención del Estado para suplir con inversión pública la falta de inversión privada con el objetivo de alcanzar el pleno empleo. Además, dado que la función de inversión es muy inestable, Keynes recomendará estimular la economía a través del consumo.
Llegados a este punto, nos atrevemos a formular la siguiente pregunta: ¿es realmente posible que cualquier órgano de intervención pueda llegar a hacerse con la información necesaria para coordinar la sociedad y alcanzar los objetivos de política económica? El teorema de la imposibilidad del socialismo iniciado por Mises y Hayek y desarrollado por Huerta de Soto es rotundo: es totalmente imposible por razones de volumen, y aún más importante, dada la naturaleza de la información en economía (siempre subjetiva, tácita y dispersa), que el Estado pueda anticiparse a las expectativas de los agentes y disponer de toda la información necesaria.
Otro enfoque interesante opuesto al modelo keynesiano es el planteado por la escuela de los Nuevos Macroeconomistas Clásicos, especialmente de la mano de Lucas o Barro. Para este economista, las expectativas son racionales, en cuanto a que los agentes incorporan criterios lógicos y aprenden de sus errores del pasado. Con esto, los agentes pueden anticiparse al futuro y los posibles errores que cometan no serán sistemáticos, sino aleatorios. Es decir, para Lucas, cualquier política económica activa es incongruente con el modelo de las expectativas racionales, ya que los agentes se anticiparán a cualquier medida de política económica. Por ello, frente a los neokeynesianos y económetras modernos, que esgrimen que mediante la econometría es posible predecir el futuro y formular políticas económicas, Lucas sostiene que la econometría en general es ineficiente, debido a que recoge en sus variables acontecimientos pasados de los agentes, sin poder con esto realizar un pronóstico sobre el futuro en economía.
Podemos sintetizar el problema de las expectativas asociándolo a dos conceptos que están íntimamente ligados: la información y el tiempo.
En función de cómo consideremos y tratemos la información y el tiempo, dispondremos de muchas alternativas para definir las expectativas en economía. Hasta el momento, el paradigma económico vigente arrastra dos objeciones graves: el pensar que la información en economía está dada y que además dicha información es medible.
La Escuela Austriaca ha demostrado que no es posible matematizar en términos probabilísticos la información en aras de modelizar las expectativas. Y es que la información es puramente subjetiva, y se encuentra dispersa entre los agentes, los cuales interpretan la información de la que disponen (la cual NO está dada ni es perfecta) en función de sus circunstancias de tiempo y lugar. Por ello, la información, frente a lo que considera el Mainstream o la sabiduría convencional (Galbraith), no es articulable. No podemos codificar la información ni transmitirla a un órgano omnipotente que la asimile y con ella pueda anticiparse a las expectativas de los agentes. Y de la misma manera, no es posible que los agentes posean toda la información necesaria para anticiparse al futuro. El acierto y el error existen, y no es algo aleatorio, sino que vendrá en función del correcto cálculo económico que efectúen los agentes.
¿Cómo se traslada el problema de las expectativas a la Bolsa? Evidentemente, el análisis fundamental bursátil parte de la premisa de que la información tiene un componente subjetivo que en gran medida limita la capacidad de predicción en el argot bursátil. Sin embargo, sí es cierto que las expectativas juegan un papel igualemente importante en la Bolsa. Esto es debido a que los agentes poseen expectativas, y pueden descontar el argot bursátil. Así pues, las cotizaciones bursátiles no sólo dependerán de la situación económica general y la empresa cotizada en particular, sino más bien de las expectativas que los agentes proyecten. Así por ejemplo, considerando los resultados empresariales, es posible que si las expectativas son muy negativas sobre una empresa en concreto, y el día de la publicación oficial de sus resultados contables, estos no resultan ser tan malos, es posible que la cotización de dicha empresa suba. Y esto es porque los agentes YA han descontado anteriormente estos resultados negativos. Fue el caso de empresas como Ericsson, que tras meses de caídas en la cotización, al publicar sus resultados contables, la cotización dejó de caer e incluso subió.
Por ello, en conclusión, es evidente que cualquier analista bursátil ha de tener siempre en cuenta el factor de las expectativas, que si bien no es posible medirlo ni tratarlo objetivamente, en la medida en que analice las perspectivas que el mercado tiene sobre cualquier empresa determinada o sobre la situación económica, podrá realizar recomendaciones de compra o venta con mayor fiabilidad.
Finalmente, recalcamos que el problema de las expectativas abre el camino a la investigación de los economistas para tratar de incorporarlos correctamente a sus modelos sin pervertir su naturaleza: subjetiva, tácita y dispersa.