A vueltas con el mercado laboral.

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Hoy en día, afirmar que el mercado laboral es una de las cuestiones más urgentes a resolver en España, resulta una obviedad en cualquier tertulia. Otra cosa es el recetario a proponer, ya que como siempre ocurre en estos asuntos de políticas públicas, el antagonismo está servido. Sin embargo, lejos de alimentar a ese espectro que recorre Europa, esto es, el vestigio ancestral y oprobioso de la lucha de clases entre empresario y trabajador, intentaremos aquí analizar la realidad con carácter crítico.

Según los últimos datos del informe de la EPA, la tasa de paro en España se sitúa en el 25,93% de la población activa. El desempleo español es el más alto de la Unión Europea. Incluso en el año 2.007 cuando España logró su nivel más bajo de desempleo en la historia, el 8,6%, dicha tasa se situaba casi 4 puntos porcentuales por encima de la media de los países desarrollados de la OCDE.

Los datos muestran que nuestro mercado laboral no funciona. Además, el problema no se debe únicamente al ciclo económico, sino que obedece a una causa estructural de nuestras instituciones en dicho mercado.

La pregunta esencial que debemos plantearnos en el momento de estudiar el mercado laboral es si el mismo crea los incentivos adecuados para crear empleo. Es evidente que la oferta (trabajadores) y la demanda (empresas) de mano de obra no se igualan. Además, es necesario reconocer que la burbuja de la construcción originada durante los años del ciclo expansivo creó artificialmente más de 2 millones de puestos de trabajo. Tras el estallido de dicha burbuja, era inevitable que dichos puestos de trabajo se perdiesen. Asimismo, hemos de considerar también lo que algunos economistas denominan burbuja «estatal», fruto de los diversos planes de estímulo público en obra civil (Plan E: 8.000 millones de euros),que crearon un empleo muy precario e insostenible en el momento en que se origina la crisis de la deuda pública.

Al margen de la crisis, hay diversos factores estructurales que dificultan la creación de empleo por parte de las empresas.

Primero, del lado de la oferta, esto es, los trabajadores, existen alternativas al empleo remunerado que desincentivan la búsqueda de trabajo. Dichas alternativas provienen de las políticas intervencionistas del Estado, que con el objeto de «proteger» al trabajador, lo que realmente producen es más paro. Nos estamos refiriendo especialmente al subsidio de paro y su prolongación a lo largo de dos años. Desde luego que el subsidio o prestación por desempleo ha de ser exigible en circunstancias de necesidad, pero en cualquier caso supondrá un incentivo para continuar parado el mayor tiempo posible. Además, existen otras políticas de subsidio a nivel regional en España, como por ejemplo el subsidio agrario del PER (Plan de Empleo Rural) en Andalucía o Extremadura. Por tanto, unas altas prestaciones por desempleo pueden ser contraproducentes para el empleo.

Segundo, del lado de la demanda, se encuentra toda la legislación laboral española que produce unos altos costes de contratación y despido a las empresas. Vamos a especificar los más importantes:

-Salario Mínimo: La teoría económica y la evidencia empírica demuestran que la imposición de un salario mínimo por parte de los sindicatos produce paro, dado que incrementa el coste marginal del empleado. Además, este salario repercute especialmente sobre los trabajadores más jóvenes sin experiencia y las personas menos cualificadas, ya que el salario que las empresas están dispuestos a remunerar(en función de su menor productividad) se sitúa por debajo del salario mínimo, por lo que no pueden contratarles. Un paper muy interesante sobre esto se encuentra aquí:

Haz clic para acceder a Meer_West_Minimum_Wage.pdf

Suecia, país modelo de los defensores de la socialdemocracia, conoce bien estos efectos perjudiciales, y por ello la sociedad sueca ha rechazado a través de un referéndum popular la implantación de un salario mínimo. Una lección para aprender.

-Costes de despido: En España la indemnización por despido improcedente es la más cara de Europa. A pesar de las tímidas reformas laborales emprendidas por los dos últimos gobiernos, reduciendo de 45 a 33 días por año trabajado la indemnización, el despido sigue siendo muy caro. El efecto que se produce es una protección excesiva a los trabajadores permanentes en detrimento de los trabajadores más jóvenes que únicamente pueden optar por contratos temporales. En consecuencia, España es líder en temporalidad del mercado laboral con el empleo más precario. Otro efecto negativo es que las empresas, debido al alto coste de despido y de tramitación burocrática, se muestran reticentes a ampliar la mano de obra, produciéndose un efecto sustitución de personas por máquinas.

Por tanto, cuando las instituciones (Gobierno y sindicatos) crean rigideces que impiden que el mercado laboral se ajuste, el resultado es paro masivo. El economista Keynes conocía bien estas rigideces, pero afirmaba que las mismas obedecían a «causas institucionales e históricas» y que por tanto poco se podía hacer.
Sería lo mismo que decir que algo no puede cambiar porque «siempre ha sido así». Una explicación, si se me permite, muy limitada y que intentaremos desarrollar en este blog.

«Burocracia» de Mises (III)

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1)      Las implicaciones sociales y políticas de la burocratización.

 

La burocracia ha resucitado la polémica metodológica del colectivismo frente al individualismo. Mises insiste en que la ley debe limitar la discrecionalidad de funcionarios y burócratas y, sin embargo, el Estado es el único ente legitimado para la coacción.

Es sumamente interesante cómo Mises extiende el poder de la burocracia a todos los campos de la acción humana, con especial preocupación en la educación. En efecto, la educación está destinada a burocratizar el espíritu. Las modernas universidades, lejos de enseñar las leyes económicas, se limitan a cegar a los alumnos con todas las formas de intervención, sin analizar las posibles consecuencias de sus políticas. Hemos de recordar que la economía es una ciencia teórica que estudia la cooperación social de los agentes y sus interrelaciones en todos los mercados y ramas de la producción. En los planes actuales de educación universitaria, y siguiendo la línea de Mises, debemos mostrar nuestra crítica a la especialización de la formación, ya que va en contra del enfoque multidisciplinar que debe emplear la economía. El enfoque socialista divide la Administración pública frente a los economistas liberales “apologistas de la burguesía”, en palabras de Marx.

 

2)      La psicología de la burocratización.

 

La pertenencia al engranaje del Estado ofrece seguridad a los burócratas, aunque realmente actúen como esclavos. No pueden actuar de la mejor forma posible, sino conforme al modo que  previamente se le ha estipulado. En algunos países de Europa, como es el caso de España, se ha generado una juventud burocratizada que piensa que la socialización y el trabajo para el Estado es la mejor de sus posibilidades. Sin embargo, no podemos olvidar que el Estado no crea riqueza, sino que hunde la iniciativa y el espíritu emprendedor limitando la innata capacidad empresarial del ser humano.

Los marxistas atacan la sociedad de clases del capitalismo. Hablan de clase social como casta, sin tener en cuenta que el capitalismo es el único sistema que permite a cada cual labrarse su puesto en la sociedad conforme al trabajo que realiza. Las clases son flexibles, no rígidas.

Ante este panorama, Mises se pregunta si cabría algún remedio para evitar la tendencia hacia el totalitarismo, y llega a la conclusión de que el primer deber del ciudadano en democracia es el de educarse. El derecho al voto no es un privilegio, sino un deber y una responsabilidad ética. Es necesario que los ciudadanos conozcan las consecuencias perversas de la burocracia y el socialismo en general.

 

Tras este comentario crítico de  la obra de Mises, son muchas las líneas de investigación que día a día se están ofreciendo en el campo teórico por parte de otras escuelas de pensamiento.

Cabría citar en este sentido a la escuela de pensamiento de la Elección Pública (Public Choice), que ha dedicado gran parte de sus trabajos a analizar las características de la burocracia tanto en el plano político como económico. Así por ejemplo, uno de los líderes de esta escuela, James Buchanan, Premio Nobel de Economía, se dedicó especialmente al examen de las teorías de elección social, a partir de las preferencias colectivas.

M. Olson ha realizado importantes contribuciones al análisis de los incentivos en las organizaciones de tipo burocrático, concluyendo que el incentivo de pertenencia y trabajo es mayor en las organizaciones reducidas y privadas que en las públicas. No obstante, el problema es que el ciudadano está obligado a participar en la organización pública por excelencia: el Estado.

Con esto, vemos que Mises ha ofrecido una importante contribución teórica que ha servido y sigue sirviendo de base para diversos estudios relacionados con la burocracia. Por ello, debemos añadir que su obra no ha resultado ser baladí para el enriquecimiento de la teoría económica.

  

Conclusiones:

 

El estudio de Mises es muy interesante para introducirse en el análisis económico de la burocracia. Su examen nos permite resaltar las siguientes conclusiones:

Primero, la gestión burocrática es radicalmente opuesta a la gestión empresarial en el sentido de que la primera se encuentra únicamente guiada por los mandatos o disposiciones generales de tipo coactivo que establecen los superiores del cuerpo jerárquico del Estado. La gestión empresarial, en cambio, se guía por la obtención de beneficios, lo que supone el incentivo fundamental a los agentes para ejercer su función empresarial. Por lo cual, es imposible que la gestión burocrática pueda jamás realizar más eficientemente la gestión propia de la esfera privada, pues la motivación de ambos sistemas es radicalmente distinta.

 

Segundo, hemos estudiado el fenómeno de la burocratización de las empresas, contrastando la teoría schumpeteriana frente a la postura austriaca de Mises. La cuestión de fondo para Schumpeter es que la economía de mercado tiende a la burocratización. Las empresas se permiten el lujo de dejar de innovar y caen en la burocratización, produciéndose la progresiva e irremediable llegada al socialismo. En este trabajo hemos dejado claro la explicación de Mises, el cual se muestra bastante escéptico con el hecho de que los empresarios vayan a perder los incentivos a innovar sin una causa subyacente. Admitir esta condición iría en contra de la propia concepción del empresario, el cual debe en todo momento estar en alerta (alertness en terminología de Kirzner). Por lo tanto, Mises afirma que la causa subyacente de la falta de innovación por parte de las empresas no es la tendencia inexorable y marxista hacia la burocratización y la posterior socialización de los medios de producción, sino que es la precedente intervención del Estado vía regulación e impuestos la que esquilma dicho incentivo. Los empresarios, en un clima perverso de intervención, no estarán dispuestos a mejorar sus procesos productivos y a aumentar su eficiencia si con ello no va a poder obtener los beneficios esperados.

 

Tercero, hemos visto las implicaciones sociales que la creciente burocratización está teniendo en el plano social y político. En todas las ramas de actividad existe una extensiva regulación de tipo administrativo. Además, la pertenencia al cuerpo del Estado dota de seguridad a los burócratas, mientras que el espíritu empresarial es ignorado e incluso atacado por la corriente colectivista imperante. Desde la propia educación, la juventud no llega a ser consciente de la degradación que supone la enseñanza que está recibiendo en el plano académico, justificando la labor del Estado y sus formas de intervención como totalmente necesarias para coordinar las decisiones de los individuos en aras de alcanzar el bien común.

«Burocracia» de Mises (II)

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1)      La gestión burocrática:

 

Según Mises, el burócrata debe cumplir con lo que el gobierno le ha establecido. En democracia, el pueblo es soberano. El pueblo elige lo que es mejor para la comunidad. Por ello, la Ley y el Presupuesto son los pilares de la gestión burocrática. El gobierno, elegido por el pueblo soberano, estipula lo que debe hacerse y diseña un presupuesto para el control del gasto. De este modo la democracia y la burocracia van unidas, por lo que Mises afirma que la burocracia, como método de gestión, no es ni buena ni mala. El problema es que la gestión burocrática ha trascendido sus esferas y pretende sustituir a la iniciativa privada. En efecto, la burocracia en el gobierno podrá ser indispensable, pero ésta no debe restringir en modo alguno la libertad de los individuos.

Sin embargo, acto seguido, Mises postula que: “La ley protege a los ciudadanos contra la arbitrariedad de quienes desempeñan funciones públicas”[1]. Los burócratas están limitados por ley a hacer lo que sus jefes o superiores han establecido. En el desempeño de esta función no hay cálculo económico posible (derivado, como hemos explicado anteriormente, de la falta de un sistema libre de precios en el sistema socialista), y los burócratas no responderán a ningún incentivo para actuar de la forma más eficiente posible, sino que procederán a actuar tal y como los superiores dentro del órgano directivo hayan establecido.

Bajo este planteamiento, Mises define la gestión burocrática como el “método aplicable a la conducción de asuntos administrativos y cuyo resultado no se refleja como valor contable en el mercado”[2]

En este sentido, Mises recalca que no se puede sustituir la burocracia del gobierno por la gestión empresarial, debido a que ambos sistemas están claramente diferenciados por la motivación del beneficio. El empresario busca beneficios, que suponen el incentivo al mismo para ejercer su función empresarial y crear o descubrir las oportunidades de negocio. En cambio, el burócrata únicamente se guía por los mandatos, leyes y reglamentos impuestos por el Estado. Se rigen por la subordinación a sus superiores, sin atender si quiera a examinar si el contenido de la ley es correcto o no. Vemos por tanto, que es imposible desde el punto de vista teórico el que la burocracia pudiera gestionar más eficientemente los asuntos que corresponden a la esfera privada. Esta razón radica en la falta de incentivos motivada por el beneficio empresarial y más importante aún por la imposibilidad de realizar un cálculo económico congruente. Estas consecuencias han sido ampliamente estudiadas a fondo por los teóricos de la Escuela Austriaca, iniciándose el debate sobre la imposibilidad del socialismo de la mano de Mises en la década de 1.920, y posteriormente desarrollado por Hayek y en la actualidad por el trabajo de Jesús Huerta de Soto, en su trabajo de “Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial”.

 

2)      La gestión burocrática de las empresas públicas.

 

El problema del cálculo económico en el socialismo fue soslayado inicialmente por Marx y Engels, que únicamente se dedicaron a profetizar la inexorable llegada del socialismo, sin atender al tema, seguramente trivial para ellos, de la viabilidad del sistema desde el punto de vista de la teoría económica. Más tarde los economistas socialistas fueron conscientes de esta insuficiencia y trataron de dar una solución sin éxito alguno. Oskar Lange fracasó en sus inagotables intentos de demostrar la posibilidad del cálculo económico en la economía socialista, a partir de un cuerpo teórico que suponía toda la información disponible, la funcionalidad de unos precios paramétricos y en general, una economía de tipo estático. Las críticas recibidas por parte de la Escuela Austriaca pusieron en duda los postulados del economista polaco, ya que la información en economía jamás está dada, y mucho menos es articulable por parte de cualquier burócrata, debido a la naturaleza misma de la información, de tipo práctico, disperso y eminentemente subjetiva en cada uno de los agentes económicos que integran la sociedad.

No obstante, el Estado justifica la creación de las llamadas empresas públicas, aunque no tengan nada en común respecto a la gestión propia de las empresas privadas. En este sentido, hay que subrayar que las empresas públicas no persiguen ánimo de lucro, y se justifica su actividad en la búsqueda de unos objetivos “superiores” y vitales para la búsqueda del bien común. Es así como surge el moderno Estado del Bienestar, que se consagró como la panacea de todos los males. La realidad muestra no obstante que los gastos en los que dichas empresas públicas incurren para el logro de tan meritorios objetivos únicamente son soportados por los contribuyentes a través de los impuestos, por lo que estos objetivos, lejos de realizarse, terminan por perjudicar gravemente a los agentes.

A menudo se argumenta que la función de las empresas públicas es la de realizar servicios útiles para la comunidad. Ante este argumento, Mises se pregunta: ¿Cómo valoramos esa utilidad?

En la empresa privada guiada por ánimo de lucro, la utilidad viene reflejada por el precio que los consumidores están dispuestos a pagar. De esta forma, si la empresa privada obtiene beneficio es porque satisface la necesidad del soberano consumidor, y por ende, realiza un servicio útil. La empresa pública, en cambio, al no guiarse por un sistema libre de precios, no puede conocer o estimar si sus servicios son útiles o no.

3)      Gestión burocrática de las empresas privadas.

 

En este apartado Mises va a centrarse en la cuestión particular de la burocratización de las empresas. En primer lugar, el economista austriaco apunta que siempre que la empresa se guíe por el lucro, cumplirá su gestión eficientemente, sin importar el tamaño de la misma.[3]

El Estado, en todas sus formas de intervención, pervierte la gestión empresarial. A través de la regulación legal de los precios, márgenes de beneficios y especialmente los impuestos, el gobierno esquilma la innovación y el incentivo del empresario para mejorar su gestión y ser cada vez más eficiente, sin tener en cuenta que en todo momento el beneficiario directo de dicha gestión es el consumidor. Además, el socialismo pervierte la imagen del empresario, degradándole a la imagen del egoísta y codicioso, mientras se ensalza al burócrata como el garante del bien común frente al interés privado.

Por lo tanto, la explicación misiana de la burocratización empresarial se plantea en el sentido inverso del enfoque schumpeteriano analizado anteriormente, es decir: la intervención estatal es la que frena el incentivo a la innovación y a la gestión empresarial y no al revés. Schumpeter afirma que es la falta de innovación por parte de las empresas  la que produce su progresiva burocratización.

Este punto es clave para analizar correctamente la función de la empresa. En una economía dinámica, el empresario, que se mantiene en un estado permanente de alerta, no puede dejar de innovar y buscar nuevas oportunidades de negocio para hacer frente a la competencia. Es una falacia el pensar, como Schumpeter, que cualquier empresa puede acomodarse y consolidarse en el mercado sin esfuerzo alguno. El problema de este argumento se encuentra, una vez más, en una economía de tipo estático que se encuentra en un equilibrio perfecto y en el cual no se concibe una verdadera competencia, ya que todos los productores ofrecen los mismos productos a un mismo precio. He aquí el error teórico de Schumpeter y sus seguidores.

Finalmente, Mises pone de manifiesto que incluso la intromisión del Estado ha llegado al punto de designar burócratas en los consejos de Administración de las empresas, con lo que la burocratización por parte del Estado es evidente.

 

[1] Mises, Burocracia. pp. 69

[2] Mises, Burocracia. pp. 71

[3] Esta afirmación es discutida por Huerta de Soto, quien establece que a medida que la empresa aumente su tamaño, la obtención de la información necesaria para la gestión será más difícil, debido a que el volumen de la misma que se requiere se vuelve cada vez mayor. Véase “Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial”.

«Burocracia» de Mises (I)

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En las primeras líneas de su obra, Von Mises comienza por introducir el propio concepto del término “burocracia”, discutiendo el sentido oprobioso o peyorativo del mismo. Y es que este concepto ha sido profundamente estudiado por parte de teóricos tanto liberales como socialistas, ofreciéndose numerosas críticas desde ambas posturas. En este sentido, Mises expresa que son muchos los economistas socialistas que conciben la burocracia como un intento de frenar la inexorable llegada del socialismo, el cual se proyectaba como el estadio superior en la historia.

Recordando las lecciones de Marx y su materialismo determinista, el socialismo debía llegar con la “inexorabilidad de una ley natural” tras la caída del capitalismo. Es por esto, que los seguidores de Marx encuentran un problema en la configuración de la burocracia, supuestamente diseñada para garantizar un Estado de Bienestar que está retrasando la llegada del socialismo.

El contexto histórico en que se plantea esta problemática se enmarca tras la Gran Depresión de los años 30, cuando el Presidente de los Estados Unidos, Roosvelt, aprueba la polémica New Deal, que se concibe como el plan de estímulo estatal para combatir la recesión que afectaba al país. Este momento será clave según Mises, ya que supone el inicio de la creciente burocracia, un fenómeno que desafiaba al sistema tradicional de gobierno basado en la división de poderes. En efecto, los burócratas son elegidos por otro burócrata de mayor rango en la jerarquía del aparato administrativo, no mediante elección. En los años 40 el aparato burocrático crece progresivamente en tamaño y en funciones, llegando incluso, siguiendo a Mises, a entrometerse en las decisiones de las cuestiones privadas.

Mises afirma que el avance de la planificación socialista supuso el germen de la burocracia. Una planificación justificada vigorosamente por la gran mayoría de políticos y economistas. La depresión de los años 30 y la aparición de los fascismos en países como Italia y Alemania evidenciaban la crisis del sistema democrático y de la economía de libre mercado, hasta tal punto, que los propios defensores del liberalismo fueron ignorados y degradados en el campo académico y político. El propio Mises y posteriormente Hayek, máximos exponentes de la Escuela Austriaca del momento, cayeron en el olvido intelectual frente al floreciente keynesianismo que propugnaba el intervencionismo.

Así, en este contexto de gran acogida, la burocracia se consolida por métodos constitucionales no reaccionarios en Estados Unidos.

Una de los efectos más perversos de la burocracia fue la implantación de un sistema de control de precios. Se crea la OPA (Office Price´s Administration), que supuso una forma de totalitarismo. En este sentido, siguiendo la línea argumental de Hayek, el control de precios se tornaría especialmente peligroso. Los precios son las señales que orientan al mercado, y con ello, las decisiones de los agentes económicos (empresarios y consumidores), transmitiendo la información necesaria sobre la disponibilidad de los factores productivos, los gustos de los consumidores, y en definitiva, los medios y fines que constituyen la esencia de toda acción humana.

Además, desde el punto de vista de Mises, podemos plantearnos la pregunta de cómo el Estado puede obtener la información que necesita para valorar dichos precios. Y es que en una economía socialista que no se basa en un sistema libre de precios, el cálculo económico por parte de los agentes es imposible. De aquí la imposibilidad teórica del socialismo estudiada por nuestro autor.

No obstante, a pesar de que la Escuela Austriaca tenía razón en el campo teórico, en la realidad nadie se atrevía a dudar de la necesidad de la planificación estatal en los mercados a través de la burocracia. El colectivismo ganaba el terreno al individualismo, víctima de todos los ataques posibles. El individualista no es más que un egoísta, pues únicamente se guía por el interés privado y niega el bien común de la sociedad.

Mises reivindica en su trabajo el verdadero concepto del capitalismo, que significa la soberanía del consumidor en el libre mercado y la del votante en las elecciones.

Los progresistas, en cambio, dan un paso más cuando comienzan a tratar el problema de la “burocratización” de las grandes empresas. Y es que, así como en el Estado era imprescindible la gestión burocrática para guiar a la sociedad hacia el bien común, en cambio en la esfera privada, la burocratización de la gran empresa suponía un peligro frente al buen hacer del pequeño empresario propietario. Es por esto, que también se requería el control del gobierno de la Nación sobre estas empresas.

Podemos referirnos en este caso a Schumpeter, uno de los economistas más polémicos desde el punto de vista austriaco, ya que a menudo se suele identificar a este economista como miembro de la Escuela Austriaca. Sin embargo, las aportaciones de Schumpeter no defienden en modo alguno la postura subjetivista y liberal de esta escuela de pensamiento. Esto es así debido a que Shumpeter desarrolló la llamada teoría de la creación destructiva, donde pone de manifiesto la cuestión de la burocratización de la empresa. Desde su punto de vista, las grandes empresas tienden inexorablemente a la burocratización dentro de las economías de libre mercado (desde una óptica puramente mecanicista y marxista que choca radicalmente con la concepción austriaca), y este hecho supone la crisis del modelo capitalista, por lo que siguiendo el esquema schumpeteriano, la economía tenderá hacia el socialismo[1]. Es evidente por tanto la total falta de relación en el pensamiento schumpeteriano con la perspectiva praxeológica y subjetivista propia de la Escuela Austriaca.

Mises expone, ante la crítica progresista, la genuina esencia de la Acción Humana, basada en la función empresarial y la creatividad ejercida por todos los agentes. La continua coacción institucional propia del Estado frena e impide totalmente este axioma. A través de los impuestos sobre la renta se impide a la pequeña empresa ahorrar y prosperar, por lo que le es imposible competir con las más grandes. Siguiendo este punto, no sería alocado pensar que dicha situación podría desembocar en la aparición de un monopolio u oligopolio rígido, y sin embargo los bárbaros gañidos de los defensores de la planificación clamarán que se trata de un fallo de mercado.

Mises concluye esta primera parte de su trabajo recalcando que la burocracia se constituye por tanto como un elemento inherente al Estado. No obstante, es necesario señalar que el propio economista austriaco admite que siempre es indispensable una mínima función burocrática para lograr la cooperación social, y en este caso se refiere, por ejemplo, al servicio de la policía y del ejército, llegando incluso a decir que “la defensa de la seguridad de la nación ó de una civilización contra la agresión por parte de los enemigos externos e internos es el primer deber de todo gobierno”[2].

 El problema, según Mises, aparece cuando esta burocracia interfiere en las decisiones de la esfera privada, dificultando e incluso eliminando el cálculo económico y la economía de libre mercado.

Es interesante igualmente hacer referencia, frente a esta última idea de Mises, a la posición de Murray N. Rothbard, economista austriaco y uno de los discípulos más brillantes de Mises.

Desafiando a su maestro, Rothbard dedicará gran parte de su producción teórica a estudiar la posibilidad del anarcocapitalismo, es decir, la ausencia total del Estado en la sociedad, afirmando que cualquier función mínima que dicho Estado pudiese realizar, sería ejercida de una forma más eficiente por la iniciativa privada.

 

1)      El beneficio empresarial:

 

Habiendo establecido ya el marco analítico de su estudio, Mises comienza por dar una definición del capitalismo, entendido como el sistema de cooperación a través de la propiedad privada de los medios de producción. El objetivo por parte del empresario no es otro que el de la obtención de beneficios, a la vez que el sistema de libre mercado asienta la soberanía del consumidor. Y es que únicamente bajo el capitalismo puede realizarse el cálculo económico mediante la libre formación de los precios. Este cálculo económico permite al empresario la viabilidad de sus proyectos mediante la disposición de unos factores de producción escasos y su posible combinación. Asimismo, el cálculo permite ajustar la producción de las empresas a las demandas de los consumidores, sin importar cuáles sean éstas. Por ejemplo, si el consumidor demanda bebidas fuertes frente a las suaves, la empresa debe adaptarse. El gobierno pretende no obstante desde una posición paternalista evaluar y decidir las necesidades del consumidor. Mises manifiesta que tales decisiones no le corresponden al gobierno, comportándose de una forma moralmente impertinente. Y además, aunque pudiéramos admitir a efectos dialécticos la obligación moral del Estado paternalista, Mises concluye que tales decisiones son propias de cada persona, guiada por sus juicios de valor y los cuales son siempre puramente subjetivos, relativos y cambiantes, y no objetivos o divinos.

Siguiendo en la explicación del capitalismo, Mises critica duramente la metodología de la economía estática, que teoriza una visión errónea del sistema. Así, discute la ecuación de que el precio de venta de los bienes y servicios es igual a los gastos en los que el empresario incurre. Esta ecuación no da margen de beneficios. Todos los empresarios ofrecen exactamente lo mismo ante unos consumidores que demandan lo mismo, sin cambios en los gustos. En la praxeología de las ciencias de la acción humana, la economía opera en un entorno dinámico a través de la empresarialidad. Los costes de producción dependen del precio de venta que los empresarios anticipan, y no al revés como se establece en la ciencia económica imperante. Por tanto, la incertidumbre está siempre presente en este entorno. Si el empresario triunfa, ganará beneficios. Pero esto no es asegurable en modo alguno. El acierto y el error existen, y el empresario ha de permanecer en alerta (recordemos el “alertness” que caracteriza al empresario, siguiendo la teoría de Kitzner).

La Acción Humana niega la posibilidad del socialismo al impedir éste el cálculo económico. No obstante, tal y como expresa Mises, “…los burócratas ven en el fracaso de sus medidas precedentes una prueba de que son necesarias ulteriores intromisiones en el sistema de mercado”.[3]

Esta afirmación se cumple perfectamente si analizamos los sucesivos intentos de aumentar la intervención estatal en la actual crisis económica, ya sea mediante políticas de creación de empleo o mayor regulación sobre las empresas.

En la realización del cálculo económico, Mises destaca la importancia de la contabilidad y la estadística, que son las herramientas fundamentales que le permiten conocer al empresario la marcha de todos los departamentos de la empresa y así ejercer eficientemente el control y la responsabilidad delegando en los directivos de cada departamento, procurando que no se produzcan pérdidas.

En consecuencia, la gestión basada en el beneficio empresarial es la única que ofrece incentivos a mejorar. Si el empresario actúa mal sufrirá la penalización del consumidor soberano.

En definitiva, el capitalismo permite la cooperación de los agentes a través de la gestión basada en el lucro o beneficio.

 Mises examinará a continuación la gestión burocrática.

 

[1] Partiendo de la teoría schumpeteriana, posteriormente otros economistas profundizaron en la burocratización de las empresas. Entre ellos, podemos citar a Galbraith y su obra “El Nuevo Estado Industrial”, donde persiste de nuevo en la burocratización de las empresas como consecuencia de la tendencia oligopolística por parte de las modernas economías de mercado.

[2] Véase Mises, Burocracia. pp 44. Unión Editorial (2005)

[3] Mises, Burocracia. pp 52.