Algunos lectores, si no todos, quedarán impresionados ante el título tan alarmante de este post. No se sorprendan, hoy en día admitir ser un liberal en economía es cosa semejante a defender el egoísmo frente al bien común, la «ley del más fuerte» frente al Estado de Derecho o la eficiencia frente a la equidad. Es decir, el concepto de liberalismo ha sido absolutamente viciado y manipulado en su contenido.
Me permito aquí intentar definir brevemente los fundamentos del liberalismo bien entendido. En efecto, la sociedad puede ser entendida desde dos ámbitos: liberal y constructivista.
El constructivismo postula que el Estado puede y debe diseñar la sociedad vía mandatos y ser el garante de la igualdad económica. Tras la caída del muro de Berlín en 1.989, el politólogo Fukuyama proclama el «fin de la historia» y la imposición de la economía de libre mercado sobre el resto de ideologías. Sin embargo, el socialismo se ha acrecentado a través de la democracia absolutista y el Estado de Bienestar, entendiendo el socialismo como todo sistema de coacción institucional al libre ejercicio de la función empresarial.
El ataque al liberalismo es evidente hoy en día, adornando dicho término con otros aditivos como «materialista», «ultra» o «neo». Algunos incluso hablan de políticas «neocon» o «neoconservadoras», asociando de esta manera el liberalismo con lo que en realidad es un socialismo de derechas o liberalismo utilitarista que propugna la libertad, pero supeditada al Estado, el cual tiene ciertas funciones asignadas, como la redistribución de la riqueza, el estímulo de la economía a través de la política fiscal y monetaria, etc.
No obstante, el liberalismo que aquí se reivindica es otro, pudiendo calificarlo, como bien hace el economista Pascal Salin, de un liberalismo humanista, es decir, que responda a la esencia de la naturaleza humana.
Los fundamentos del liberalismo humanista son tres: Libertad, Propiedad y Responsabilidad.
A pesar de lo que habitualmente se afirma, la libertad no implica anarquía en cuanto a la ausencia del derecho (esa ley de la selva o lucha del más fuerte), sino que cuestiona la concepción del Estado de Derecho. El derecho es consuetudinario, y por tanto, anterior al Estado, o si se prefiere, es una institución que surge de una manera espontánea y no deliberada, en un proceso muy dilatado de tiempo a través de los intercambios voluntarios y la cooperación social de los individuos. Por ello, sólo el liberalismo permite una clara definición de los derechos de propiedad. El Estado sólo puede imponer coactivamente la provisión de bienes y servicios públicos, levantando cotos a la iniciativa privada y originando la llamada «tragedia de los bienes comunales» (contaminación, derroche de los recursos, etc).
La propiedad privada no ha de entenderse como un egoísmo que vaya en contra del bien común, sino como el único fundamento en virtud del cual cada hombre, dentro de las actividades que desarrolle y en base al riesgo aceptado y de los resultados generados a la sociedad, tiene el derecho de apropiarse de las ganancias que se derivan de dichas actividades. Sólo así la iniciativa privada puede crear riqueza y que la sociedad progrese, porque el derecho de propiedad permite generar los incentivos necesarios para la innovación y la producción de bienes y servicios. El socialismo, que niega este derecho natural, únicamente puede plantear lo que los primeros teóricos comunistas denominaron «incentivos morales»: la ciudadanía es buena y todos trabajamos por el bien común. Sin embargo no es así, y es que el interés individual es el que mueve al individuo a actuar para satisfacer sus necesidades, como el bienestar de su familia y el suyo propio.
Por último, responsabilidad, es decir, libertad individual bajo la ley, pero basada en los principios generales del derecho y no en la maquinaria legislativa del gobierno. Como bien estudia Hayek en su «Derecho, Legislación y Libertad», los principios del derecho no pueden ser un conjunto de mandatos que defina un político en aras del interés común. Los principios son la guía que permite a los agentes darse cuenta de que sus conocimientos son limitados y que deben actuar con responsabilidad en el curso de sus acciones teniendo en cuenta las repercusiones que pueda generar, y por ello dichos principios son descubiertos por la experiencia.
De esta manera, por ejemplo, si una empresa actúa mal sufrirá la penalización del consumidor. Frente a la idea del antagonismo o la lucha de clases, el liberalismo propugna los intercambios voluntarios y los acuerdos donde ambas partes se beneficien mutuamente.
Confío en poder derrumbar ciertos tópicos sobre el liberalismo, que dibujan al liberal como un ser egoísta y fuerte, sobre quien únicamente cabría añadir que «sólo pueden matarle con balas de oro…»
Mes: noviembre 2013
Jean Baptiste Colbert: El icono del intervencionismo estatal
La figura de Colbert se ha constituido en la historia del pensamiento económico como el máximo exponente del llamado mercantilismo francés del siglo XVII. Dicha corriente apareció como consecuencia del desarrollo del Estado-Nación. El creciente poder de los reyes y sus nobles fomentó los grandes gastos del gobierno, así como las alianzas entre nobles y el surgimiento de los primeros monopolios industriales. De esta manera, se justificaba la provisión de metales preciosos para evitar que el dinero huyese del país. Todas estas prácticas incrementaron notoriamente el papel del Estado, con mayor intervención e imposición a los ciudadanos. No obstante, los mercantilistas supieron justificar estas prácticas en aras de la defensa y el porvenir del omnipotente Estado.
De esta manera, Jean Baptiste Colbert (1619-83), encarnaría el compendio de las ideas mercantilistas que llevaría a la práctica en calidad de máxima autoridad económica en el reinado del Rey Sol.
Este compendio de ideas mercantilistas se basaba en: fomentar y conservar el metal en lingotes dentro del país, con el fin de engordar las arcas del Estado, prohibición de exportarlo, cartelización mediante el establecimiento de elevados niveles de calidad obligatorios, subvención a las exportaciones y restricción a las importaciones hasta que Francia llegase a ser autosuficiente. En la política de impuestos, Colbert se manifestaba claramente a favor de la abrupta coacción e imposición sobre los ciudadanos franceses.
La concepción colbertiana del comercio era sin duda perversa, y es que ninguna nación podía obtener beneficios derivados del comercio mientras otra nación no perdiese. El comercio es un juego de suma cero. Sin embargo, la teoría económica ha demostrado que el libre comercio beneficia a todos los países y la libertad y la competencia aseguran el crecimiento y el desarrollo del país. No obstante, para Colbert, estas ideas defendidas por los mercaderes eran totalmente mezquinas y egoístas.
Durante su gestión, Colbert incrementó el peso del Estado y de la burocracia francesa.
Siguiendo los precedentes de los “mendigos sanos”, obligó a los “holgazanes y vagabundos” del país a realizar trabajos forzosos. Su especial preocupación fue poner bajo control del Estado la vida intelectual y artística de la nación. De esta manera, se derrocharon millones de livres para la construcción de edificios que ensalzaran al rey. La Academia Francesa fue nacionalizada. Igualmente, la Academia de Pintura y Escultura fue reforzada, imponiendo a los artistas su trabajo siempre al servicio del rey. El teatro francés fue monopolizado bajo la Comédie Francaise. Las subvenciones se multiplicaron a los artistas del rey.
Su fin al servicio de Luis XIV era el de la industrialización de Francia a base de la intervención estatal directa.
Todas sus medidas fueron recogidas en la llamada política del colbertismo: se elevaron notablemente los aranceles, se limitaron las importaciones de determinados bienes, se fortalecieron las regulaciones de calidad y se pusieron trabas a las innovaciones para proteger el statu quo industrial y ocupacional. No hay duda de que Colbert fue todo un proto keynesiano. El rey le recompensó con más de diez millones de livres por los servicios a la nación. El colbertismo pasó a ser la herramienta fundamental de toda política económica activa.
España, cuna del liberalismo: Luis de Molina y la Escuela de Salamanca.
La Escuela de Salamanca, fundada por Francisco de Vitoria en la década de 1520, intentaba dar respuesta a los fenómenos de naturaleza económica que venían sucediéndose en la España Imperial de Carlos V.
Aunque fundamentalmente los escolásticos elaboraron teorías para explicar los efectos perversos de la expansión monetaria y de la inflación, también se centraron en cuestiones más reflexivas como el tratamiento de la usura y, en último plano, de la libertad. En estos interrogantes, Luis de Molina ocupó un papel definitivo.
Este conquense, procedente de familia noble, tras una estancia breve en Salamanca, marchó a la Universidad de Alcalá. Pasó gran parte de su vida en Portugal, primero como alumno, y posteriormente como profesor a la orden de la Compañía de Jesús. Al final de su vida, retirado en su ciudad natal de Cuenca, escribió su obra cumbre, “De justitia et jure” , recogida en seis volúmenes, donde Molina da forma a todo un cuerpo de pensamiento que se constituye como el germen del liberalismo.
En el campo monetario, Molina hace grandes avances en la explicación de los tipos de cambio entre monedas. Analiza los efectos de la inflación, expresando que la abundancia de moneda hace caer su valor y dichos efectos se irán propagando desde el Nuevo Mundo (de donde sale el oro) hasta Sevilla (el lugar de destino) y posteriormente al resto de España. Igualmente trata la demanda de moneda, advirtiendo que “Allí donde sea mayor la demanda de moneda, sea para comprar o transportar bienes, realizar cualesquiera negocios, pagar las soldadas de una guerra, mantener la corte o por cualquier otra causa, allí será también mayor su valor”. Asimismo, es evidente la condena del escolástico a cualquier manipulación sobre los tipos de cambio de las monedas por parte del gobierno, ya que dicha manipulación va contra la lógica de las variaciones en la oferta y demanda, y por tanto es justo que los tipos fluctúen acorde a sus variaciones.
En el tratamiento de la usura, Molina hace importantes avances en la justificación del cobro de intereses, ampliando la línea de argumentos en lo relativo a la asunción de riesgos por parte del prestamista y en el lucrum cessans (entendido como el pago de intereses al prestamista en concepto del coste de oportunidad que éste soporta al prestar el dinero en lugar de destinarlo a otras actividades), el cual es concebido por el escolástico como un principio general en el derecho y en la economía de mercado.
Asimismo, Molina desempeñó una labor importante en el estudio de los derechos naturales y los derechos de la propiedad, que habían sido relegados a un segundo plano por parte del resto de estudiosos. De esta manera, se produjo una disputa entre Molina y Báñez, que pertenecía a los Dominicos.
Báñez adoptó la postura determinista que propugnaba que la salvación es obra exclusiva de Dios y ha sido decretada desde el comienzo del mundo. Es un suceso inexorable. Sin embargo, Molina fue el defensor de la voluntad libre, y es que para él la salvación depende de la libre voluntad de cada individuo, el cual elige libremente aceptar a Dios en su vida y salvarse.
Partiendo de esta base, Molina desarrolla la teoría activa de los derechos de la propiedad, según la cual, un derecho no es una exigencia que quepa ejercer sobre la propiedad de algún otro, sino, al contrario, un derecho perfectamente definido a usar la propiedad sin que la exigencia de algún otro pueda impedirlo.
Así pues, la esencia de la teoría de Molina es que concibe al hombre como un ser libre e independiente, que no está determinado a actuar por ninguna fuerza inexorable, sino que él elige actuar y el modo en que desea hacerlo. Por tanto, frente a la postura determinista y posteriormente marxista del hombre, Molina se sitúa como precedente de la acción humana, base de la economía praxeológica de la Escuela Austriaca.
On methodological issues (IV): Austrian Method vs Positivism
We will proceed to analyze the main contribution in the field of methodology by one of the most important figures of the Austrian School of Economics: Ludwig Von Mises.
In the first part of his great treatise on political economy, “Human Action”, Mises addresses the epistemological questions and the method of social sciences. His thesis opens the debate of the methodological dualism , considering that the method of the natural sciences can not be applied to the case of the social sciences. The implantation of empirism and positivism is detrimental to the social sciences in general, and to the economy in particular. This is so, according to Mises, because economic science has a very different nature than that of natural sciences.
Statements in economics are, as the logic in mathematics, “a priori”. They can not be verified or falsified, because they are prior to any experience. Mises adopts the term of praxeological science: praxis-logical, this is to say, the logic of action. For many economists, this premise may result dogmatic and unscientific. Nevertheless, we find some interesting referents, such as the eminent Jean Baptiste Say, who much before Mises argued that political economy consists in a set of general principles which do not precise test, because they emerge from undeniable facts and their deduction.
Therefore, the process of validation of hypotheses is different in social sciences that in natural sciences. In these latter, the validation is clear. Natural scientists can isolate any element and test it, experiment with it and contrast the results. In economics, certain propositions such as the marginal utility, the exchange or the intertemporal consumption, do not need being tested, because we deduce them logically and they can not be denied unless we fall into a logical inconsistency.
Accordingly, Mises, influenced by Kant, asserts that in social sciences there are true synthetic a priori propositions. This is to say: propositions whose truth can be definitively established without need of observations (a priori), but to do so the means of formal logic, if well necessary, are not enough (synthetic). That is why we need the axioms, which may result more difficult to find out than any empiric test.
Axioms are self-evidents because one can not deny them without falling into a logical contradiction. They are found through the reflection over ourselves, understanding us like actors who know.
The empirical observation shows us the facts as they occur, but it does not tell us why they occur in the way they do. Mises is based from axioms of action aprioristically deduced, considering economic actor as a “homo agens”. We can not deny the axiom of human action, because precisely the act of denying it is an action in itself.
In conclusion, these categories of Human Action can not be verified or falsified. The axioms of action are not observable. Thus, propositions in economics are not and will never be the same as those in natural sciences.
Within this theoretical scheme, other important contributions from economists like Jesus Huerta de Soto, have demonstrated the grave inconsistencies of modern positivism represented by Milton Friedman (as afore explained, mainly influenced by Popper´s Logic of Scientific Discovery). According to Huerta de Soto, if the character of “scientific” of a statement is given by its capacity of being falsified, as stated by the criterion of falsification, then there are two obvious inconsistencies:
-First, if this is true, ¿what is the theorem of falsification if not another statement? This proposition can not be falsified. Then, there is a logical contradiction. The method of falsification can not be applied to the own method of falsification.
-Second, before any falsification or contrasting with reality, the positivist scientific will be forced to give a previous meaning to the reality he is observing to. Thus, any meaning of facts always implies a prior theory.
Despite these objections, Huerta de Soto carries on showing that the particularity of social sciences makes impossible the success of positivist model. This is so due to the role of categories in social sciences, which are purely essentialist or teleological. Money is not money because it is a piece of gold or silver. It is money based on the “meaning”, “order”, “end” that economic agents believe it has for they, which is none other than medium of exchange.
To conclude, the peculiar nature of social sciences implies, following the austrian model, that the method of research must be different from the method applied in natural sciences. An essentialist method based on the axioms of human action whereby propositions are logically and aprioristically deduced.
Fréderic Bastiat y la Escuela Liberal de Francia.
A pesar de que siempre se ha considerado a Francia como un país socialista, donde la constitución de la democracia y del actual Estado francés han costado mucha sangre, sudor y lágrimas, resulta necesario revisar la vida y obra de ciertos intelectuales que, frente a la gran mayoría, deseaban una Francia libre de cualquier tipo de totalitarismo estatal, ya estuviera disfrazado de Revolución Francesa, de imperialismo de Napoleón Bonaparte, o de cualquier otro antifaz.
En la Francia de comienzos del siglo XIX, las aportaciones de Jean Baptiste Say y otras notables figuras fueron decisivas para cultivar toda una generación de economistas defensores del llamado laissez- faire, en contra del estatismo y de cualquier privilegio. La ciencia económica impartida en las universidades francesas estaba impregnada de este axioma. Fueron estos economistas los primeros que elaboraron las Enciclopedias y Diccionarios económicos, al igual que comenzaban a realizarse los primeros estudios de la historia del pensamiento económico. Podemos mencionar la Historie de l´économie politique en Europe, de Jérome-Adolphe Blanqui.
En medio de este efluvio cultural, Fréderic Bastiat se convirtió en el más famoso de los economistas franceses del laissez-faire. Fue el máximo defensor del mercado libre sin restricciones.
Bastiat explicaba con gran claridad didáctica el problema de la intervención en economía en virtud de los grandes y alabados objetivos de pleno empleo y crecimiento. Ejemplifica la famosa fábula de la ventana rota: un niño travieso arroja una piedra contra el escaparate de una tienda y lo rompe. En ese momento se dan tres niveles de análisis económico. En el primer nivel, los transeúntes se reúnen y comentan el suceso acaecido con el tendero, el cual deberá gastarse el dinero en reparar la ventana.
En el segundo nivel, aparece el analista protokeynesiano. Este analista proclamaría lo beneficioso de la rotura de cristal, ya que al efectuar el gasto de reparación, el tendero está dando empleo a los reparadores, incentivando el consumo y la producción a través del multiplicador.
No obstante, como bien indica Bastiat, el buen economista es aquel que analiza lo que se ve, pero también lo que no se ve. Así, en el tercer nivel, el analista liberal se da cuenta de que realmente el efecto de rotura de ventana es pernicioso, ya que el tendero se ve obligado a reparar el cristal, en lugar de emplear ese dinero para otros fines más productivos, como sería el caso de la acumulación de capital, que solo a través del mismo se puede lograr un crecimiento sostenible y duradero.
En su calidad de divulgador, Bastiat realizó numerosos escritos. En su obra La Ley, analiza los efectos de la intervención del Estado contra el libre mercado, culminando que la ley debe garantizar la única función del Estado como encargado de la defensa de la seguridad y de la propiedad privada. Estableció la famosa tríada de Necesidades, Esfuerzos, Satisfacciones: las necesidades constituyen el fin de la actividad económica, dan origen a esfuerzos y, eventualmente, rinden satisfacciones. Además, Bastiat dio un paso definitivo al concluir que los agentes somos capaces de medir nuestras necesidades en una escala valorativa, lo que ha servido de base para los futuros estudios de la utilidad marginal.
Como político activo, fue miembro de la Comisión de finanzas de la Asamblea, donde intentó reducir el creciente gasto público así como los impuestos. Se mostró totalmente en contra de las políticas socialistas y comunistas y abogaba por un sistema que permitiese la libre actividad del mercado.
La posterior influencia de Bastiat sobre los economistas del laissez-faire fue decisiva, sirviendo como referente para otros teóricos como Gustave de Molinari, el cual desarrolló el esquema liberal de Bastiat a otras esferas como el de la seguridad privada.
Economía y Public Policy
A menudo cuando vemos la televisión, leemos cualquier periódico o tomamos el café con un amigo, escuchamos opiniones muy diversas respecto a la situación económica actual. Observamos a los tertulianos políticos y fácilmente podemos advertir si «este señor es de derechas», o «esta señora es de izquierdas». Sin embargo, alejándonos del discurso político, podemos establecer las escuelas económicas de donde beben los diversos medios de comunicación, políticos y economistas y de esta manera conocer cuáles son los diferentes enfoques teóricos con los que podemos analizar si las políticas de austeridad son nocivas o beneficiosas, si Janet Yellen puede arreglar o no el problema del desempleo en los Estados Unidos, o conocer si el argumento de nuestro amigo es equivocado o no.
Así, podemos diferenciar tres tipos de teorías económicas:
1) La fiscal expansionista, respaldada por la doctrina keynesiana y por Paul Krugman como máximo exponente. Según esta postura, la crisis económica se resume en una falta de demanda agregada ( que resume el gasto total de bienes y servicios por parte de los consumidores, las empresas y el Estado), tal y como ocurrió con la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. El desempleo es resultado de esa falta de demanda agregada. Por lo cual, el objetivo es muy claro: hay que estimular dicha demanda. Otra cosa son los medios o instrumentos con los que realizar las políticas expansivas, las cuales son estudiadas bajo el famoso modelo IS-LM.
Paul Krugman cree en una política fiscal expansiva. Según su análisis, una política monetaria expansiva no funcionaría porque nos encontramos en una trampa de la liquidez, es decir, una situación en la cual los tipos de interés están próximos a cero y que por tanto los agentes económicos, que tienen preferencia por la liquidez, preferirán conservar sus saldos monetarios antes que invertirlos en el banco. Por ello, Krugman afirma que un incremento del gasto público que estimule el empleo resultará mucho más eficaz.
2) Los monetaristas, representados por la famosa escuela de Chicago liderada por Milton Friedman. Este grupo de economistas considera que las políticas de gasto público producen el llamado efecto crowding-out, que explica cómo el Estado, al tener que financiarse para cubrir su déficit público y pagar su deuda, está detrayendo dichos recursos financieros al sector privado, que es el que realmente puede invertir y dinamizar la economía.
La receta monetarista se basa en una reducción de los tipos de interés que permita facilitar el crédito y la inversión. Frente a la óptica keynesiana, los monetaristas afirman que los agentes económicos gastarán o invertirán el dinero porque esperan que los tipos de interés van a subir en cualquier momento.
Por tanto, a pesar de que estas dos escuelas (keynesiana y monetarista) proponen diferentes instrumentos de política económica, comparten el mismo objetivo de estímulo y dinamización de la economía. Asimismo, ambas posturas comparten que el problema de la crisis económica actual es de tipo contingente. De repente, algo ha ocurrido en la economía, un tipo de accidente que no obedece a un problema sistémico.
3) La austeridad del gasto público. Esta postura es radicalmente diferente a las dos anteriores, ya que parte de estudiar la crisis económica como un problema sistémico: hay algo erróneo en el sistema financiero que produjo la crisis. En la literatura económica hay tres autores que comparten este análisis (y los tres con M): Marx, Mises y Minsky.
Marx y Minsky prescriben más socialismo e intervencionismo. La economía estaba creciendo a un nivel insostenible y es necesario controlar el sistema financiero frente al mercado imperfecto y especulativo.
Mises, cabeza de la llamada Escuela Austriaca de economía, estudia que efectivamente los ciclos económicos se producen por una descoordinación entre la inversión y el ahorro que origina un crecimiento insostenible que ha de desembocar en una crisis. Sin embargo, el economista austriaco considera que no es un fallo del mercado, el cual es muy eficiente en términos dinámicos. El problema es la autoridad monetaria respaldada por los gobiernos que, en aras de cumplir con los diferentes fines de política económica, realiza políticas monetarias expansivas que inducen a una sobreinversión no sostenida por el ahorro de los agentes. La reducción artificial de los tipos de interés no respaldada por ahorro real genera una señal errónea a los empresarios, que ven que hay más recursos financieros disponibles para la inversión. La barra libre de la liquidez produce una burbuja sobre los sectores más intensivos de capital (tecnologías, construcción, etc), y a la vez el consumo presente de los agentes se acelera. Más inversión y menos ahorro. La crisis se origina cuando los empresarios se dan cuenta de que los proyectos donde han invertido no son rentables.
La receta de los teóricos de la Escuela Austriaca es la de liquidar todos los proyectos que no pueden ser rentables y permitir que la economía se sanee. Para ello es necesario que el Estado reduzca sus gastos y permita a la economía privada recapitalizarse.
Frente al argumento de Krugman, Mises pondría como ejemplo a Japón, un país que ha mantenido una política fiscal expansiva y que arrastra un alto déficit y una deuda pública superior al 230% sobre su PIB. Sin embargo, Japón continúa con un crecimiento económico nulo. ¿Respuesta de Krugman? » Aún no se ha estimulado lo suficiente».
Estas tres perspectivas pueden resumir con facilidad todas las opiniones que, como se dijo al principio, a menudo suelen confundirnos cuando nos disponemos de un conocimiento teórico previo. Confío en que este post pueda contribuir a dicho conocimiento…