Si tuviéramos que destacar la singular naturaleza del economista, muy pocos dudarían en resaltar la característica más genuina que lo define: su innata capacidad para discutir y poner en duda todo aquello que observa, aunque se trate de hechos comúnmente aceptados por la sociedad. Pocos temas hay en economía que no sean cuestionados. El fin está bien justificado, pues se pretende crear debate científico para ampliar el conocimiento, aunque en la realidad la mayoría de las veces dicho debate queda subordinado al interés político o ideológico.
Galbraith hace una brillante referencia sobre este asunto cuando menciona a Adam Smith:
“Los economistas tienen fama de no ponerse de acuerdo entre sí, pero suelen coincidir en una cosa: si la economía tiene un padre fundador, éste es Adam Smith”
Sin embargo, en honor a lo anteriormente dicho, me atrevo a poner en duda que fuese Adam Smith el padre de la economía política.
El economista austriaco Murray N. Rothbard, en su excelente obra de Historia del pensamiento económico, demuestra que en efecto hubo un economista que con anterioridad a Adam Smith, escribió un tratado de economía con igual o superior brillantez a «La Riqueza de las Naciones». Este economista es Richard Cantillon.
Cantillon es un personaje que está aún por descubrir en la ciencia económica. De origen irlandés, nuestro economista emigró a París en 1.714 en busca de un futuro prometedor. Y así lo logró. En la Francia arruinada tras la Guerra de Sucesión española, el recién ordenado regente duque de Orleans tenía problemas para solucionar los graves problemas financieros del país. En este escenario, un escocés llamado John Law, logró con astucia ganarse el favor del regente, llegando a ser el Inspector General de Finanzas de Francia. Valiéndose de su cargo, inició la famosa ola especulativa del Mississippi. John Law encontró en Richard Cantillon un socio inteligente para ayudarle en su empresa. La política de Law, recogida en su obra “El dinero y el comercio: una propuesta para proveer de dinero a la nación”, se basaba en una clara expansión de la masa monetaria por parte del gobierno para cubrir su déficit. Es decir, el Estado tenía la obligación de incrementar la oferta monetaria conforme a las necesidades del comercio y la actividad económica.
Cantillon se asoció con Law, pero antes de estallar la burbuja, Cantillon vendió astutamente sus participaciones y se hizo millonario a costa de la ruina de millones de personas. Aunque moralmente la actitud de Cantillon podría no ser admisible, no cabe duda de que fue inteligente, ya que Cantillon fue capaz de percibir el momento en que los precios de las acciones comenzarían a bajar drásticamente.
Alrededor de 1.730 publicará su “Essai sur la nature du comerce en géneral”, aunque no se editará hasta 1.755 y tardará muchos años más (hasta 1.931) en traducirse al inglés. Como bien advierte Francisco Cabrillo,” para algunos especialistas, el Ensayo es la mejor obra de economía escrita en el siglo XVIII, superior incluso al libro de Adam Smith, por lo que cabría atribuir a su autor el título de padre de la economía política”
Padre de la Economía Política.
Murray N. Rothbard expone el trabajo científico de Cantillon destacando los puntos más relevantes de su producción teórica:
En primer lugar, la metodología: Para Rothbard, Cantillon es el primero de los modernos al centrarse en el análisis económico sin atender a las preocupaciones éticas y políticas como en su momento hicieron los escolásticos y los mercantilistas respectivamente.
Igualmente, Cantillon hace uso de la abstracción económica según el experimento Gedaken. En economía, el concepto de experimento Gedaken resulta muy interesante, ya que supone utilizar la deducción lógica y la abstracción para llegar al entendimiento de la realidad, sin necesidad de experimentos de laboratorio. Esta metodología choca radicalmente con el enfoque positivista de la economía convencional, que utiliza el método de las ciencias naturales para intentar medir las variables económicas y falsar empíricamente toda teoría. Cantillon se basa en el análisis “ceteris paribus” para hallar relaciones de causa-efecto. En su tratado comienza con un modelo muy simple, y progresivamente le va dotando de mayor complejidad.
En segundo lugar, Rothbard señala el valor y el precio: Cantillon concibe la formación de los precios a partir de un bien valorado y demandado por los consumidores, una demanda que es siempre subjetiva. Frente a la concepción clásica, Cantillon afirma que el valor intrínseco de cualquier bien no sirve de nada si dicho bien no tiene su demanda en el mercado de la mano del consumidor, y por ello determina las ventas y el precio.
En tercer lugar, se encuentra el papel del empresario: El empresario cantilloniano es emprendedor por naturaleza. Además, este empresario está operando en un ambiente de incertidumbre, debido a que el entorno en el que actúa está constantemente cambiando como consecuencia de la realidad dinámica en la que opera, y por tanto el empresario está sometido a un riesgo. El acierto y el error existen en sus previsiones. El esquema neoclásico no comprende el riesgo del empresario en la búsqueda del beneficio. Es por esto que economistas como Schumpeter afirman que el riesgo no es sostenido por el empresario, sino por los bancos que financian sus proyectos. Además, Cantillon apunta que el beneficio es la recompensa de una previsión exitosa. Esta idea ha sido desarrollada por economistas austriacos como Israel Kizner y Jesús Huerta de Soto, señalando que el beneficio empresarial es el incentivo que mueve al empresario a ejercer su función empresarial.
No obstante, la aportación más importante de Cantillon a la economía ha sido su investigación sobre el dinero y análisis de procesos.
Para Cantillon, el oro no tiene un valor intrínseco que se derive del coste de producción. Su valor es fruto de las valoraciones subjetivas de los sujetos. Igualmente, el papel moneda no tiene coste de producción alguno, pero el mercado le otorga un valor referente al oro o la plata en los que puede convertirse. Intuitivamente a través de esta idea, Cantillon ya percibe el peligro que puede suponer el imprimir papel moneda ficticio que no sea respaldado por este oro o plata, y es que se daña la confianza en el dinero, algo que podemos extrapolar a la situación actual de desconfianza absoluta en el sistema financiero por parte de los agentes económicos. Sin embargo, esta enseñanza tan importante ofrecida por Cantillon, con anterioridad a Adam Smith, ha sido desdeñada por los economistas venideros. No es exagerado apuntar por tanto, siguiendo la línea de Hayek, que la teoría económica keynesiana e intervencionista a partir de expansiones de la masa monetaria ha supuesto un retraso definitivo en el pensamiento económico, precisamente por ignorar a economistas como Cantillon. Precisamente sobre el proceso de expansión monetaria, Cantillon establece que dicha inyección de dinero se introduce paulatinamente en el sistema, por lo que los precios no se elevan de un modo homogéneo. Este punto es clave para entender el papel del dinero. En efecto, para los economistas neoclásicos, el dinero no es importante, ya que su función es únicamente la de facilitar las transacciones. El dinero es un simple velo. La famosa teoría cuantitativa del dinero así lo postula. Incluso el Premio Nobel Milton Friedman afirma con rotundidad que si bien en el corto plazo el dinero podría afectar a los precios relativos, en el largo plazo es neutral. Cantillon, siglos antes demostró que las políticas monetarias expansivas sí tienen un efecto sobre los precios relativos, influyendo primero en el precio de una serie de bienes determinados, como podría ser el sector de la minería en el ejemplo de Cantillon (sectores a los que el Estado dirige los recursos), para expandirse posteriormente al resto del sistema económico.
En definitiva, hemos visto que el trabajo de Cantillon es de una gran relevancia, y que por tanto la paternidad de la economía política como ciencia, hasta ahora representada por Adam Smith, podría resultar cuestionada en el futuro por parte de los historiadores de la economía.