Y todo a media luz…

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Durante los últimos días, el sector eléctrico español se ha convertido en el centro de atención  en todos los medios de comunicación. No es de extrañar. Tras la última subasta celebrada para determinar el precio de la luz, el saldo arroja una subida del 11%. Rápidamente, el ministro Soria ha anulado dicha subasta y está estudiando un nuevo sistema para la fijación del precio.

Sin embargo, difícilmente aquellos que nos meten en un problema, podrán sacarnos del mismo sin agravar más las cosas. Y es que todo este embrollo es ya tan longevo y complejo que nadie consigue entenderlo.

Pues bien, el asunto se resume en una afirmación: los españoles no pagamos el precio real de la luz. ¿Por qué? Fácil, es muy cara. Por eso, los sucesivos gobiernos han ido cubriendo parte de ese precio. Desde que el sector eléctrico se privatizara en 1.997, el Estado ha ido manteniendo la misma tarifa eléctrica al margen de los costes (crecientes) declarados, y dicho déficit tarifario se ha convertido en una deuda del Estado con las empresas eléctricas. Cuando el ministro de Hacienda, Montoro, retira 3.600 millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado destinados a cubrir parte de ese préstamo, las eléctricas presionan subidas en el precio de la luz.

Por tanto, esto parece un juego entre políticos y empresas eléctricas que obedece a un fallo institucional, y no de mercado. ¿Por qué la electricidad es tan cara? El sector eléctrico, a pesar de lo que muchos críticos denuncian, no está liberalizado. Y es que, siguiendo la opinión del economista Juan Ramón Rallo, que un gobierno otorgue un privilegio especial a un grupo reducido de empresas para que operen en el sector, no puede considerarse como un mercado libre en modo alguno. Más bien al contrario. Es decir, el oligopolio actual del mercado eléctrico no es un fallo de mercado, sino fruto de la regulación. Debido al concepto de soberanía nacional, entran en juego determinados «sectores estratégicos» que, en base al criterio del Estado, lo que supone es levantar barreras de entrada a las empresas en determinados mercados, como en este caso la energía. Por lo tanto, la razón de que haya un oligopolio que pueda presionar al alza el precio de la electricidad se debe a un privilegio estatal.

Opino que a los españoles, lo que nos importa es pagar el precio real de la energía, y no tanto quién nos la suministre. Los precios actúan como señales de información en el mercado, informando sobre la disponibilidad de un determinado bien o mercancía, y por tanto de su valor. Si las autoridades intervienen o regulan dichos precios, lo que tenemos como consecuencia es una información falsa que desvirtúa el cálculo económico. Como resultado, un elevado déficit tarifario y el precio de electricidad más caro de Europa.

La dependencia energética de España es uno de nuestros mayores problemas estructurales. Se han gastado miles de millones de euros en primas y subvenciones a energías que aún no son rentables en el mercado, pero que por intereses políticos se han favorecido frente a otras más eficientes y seguras (como la energía nuclear).

Por ello, no esperemos que los políticos que han diseñado este sistema vayan a solucionar el problema precisamente con más intervención.

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