¿Dónde está la confianza?

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El pasado 15 de agosto se cumplieron 43 años desde que se produjese el llamado «Nixon Schock» (1971), fruto de las decisiones adoptadas por Richard Nixon y que marcaron un cambio radical en el sistema financiero internacional.

La decisión principal de Nixon fue la ruptura de la convertibilidad directa del dólar americano con respecto al oro. Es decir, se sustituyó el patrón oro clásico por un patrón fiduciario basado, como su propio nombre indica, en la confianza. De este modo las emisiones de dinero por parte de las autoridades monetarias no están respaldadas por un metal físico y real como el oro, sino que se diseñan en virtud de una «regla monetaria» que depende exclusivamente de criterios políticos.

Por ejemplo, el Banco Central Europeo posee un mandato prioritario, es decir, el objetivo primordial de su regla monetaria es el control de la inflación (en torno al 2% anual). No obstante, en la práctica son muchas las ocasiones en las que el BCE ha «alterado» los tipos de interés con el objetivo de estimular la economía. De hecho, el actual contexto de deflación se ha convertido en la excusa perfecta para que Mario Draghi reduzca los tipos hasta el 0,05%. Una barra de liquidez que no consigue impulsar la demanda de crédito.

Las economías domésticas, a pesar de las sucesivas inyecciones de dinero, están saneando sus balances y reduciendo su deuda. En el caso de España, la deuda privada se ha reducido un 15% desde el año 2010. En este contexto, resulta difícil pensar que familias y empresas tengan incentivos a apalancarse aún más.

¿A quién beneficia, por tanto, el patrón fiduciario que permite a los bancos centrales expandir la oferta monetaria ad infinitum? Muy simple, adivinen: siguiendo con España, el Tesoro coloca sus títulos de deuda a tipos de interés real negativo o próximos a cero. Y es que los bancos privados prefieren ganar una rentabilidad muy pequeña o incluso no ganar nada, antes que perder dinero si lo mantienen como depósitos en el BCE , que en junio de 2014 rebajó el tipo de interés para la facilidad de depósito hasta el -0,10%.

La tendencia del Estado español, a diferencia de la economía privada, es de creciente endeudamiento, registrando un déficit público del 6% y una deuda pública del 100%.

Esto no es nuevo. Muchos años antes del Nixon Schock, el economista Friedrich Hayek advirtió del peligro que supone acrecentar el poder político sobre el dinero. Después de viajar a los Estados Unidos y estudiar a fondo las reformas emprendidas por la Reserva Federal en un contexto similar al actual, escribió lo siguiente:

El principal objetivo de la gran reforma bancaria de 1913-14 fue crear una autoridad que ayudara a evitar los pánicos financieros que habían padecido frecuentemente los Estados Unidos facilitando créditos en épocas de recesión (“crédito al pánico”) (…) Parece que las ideas de esta clase, con origen en la influyente“Escuela Bancaria”, han seducido reiteradamente a los expertos monetarios norteamericanos, haciéndoles caminar en la dirección errónea.” (Hayek, Ensayos de teoría monetaria).

Si ignorásemos la fecha que Hayek está tratando en su estudio (hace exactamente 100 años), podríamos observar que efectivamente el crédito al pánico es el que actualmente se está produciendo.

La consecuencia de olvidar las lecciones de la historia es que estamos condenados a repetirla una y otra vez. En el año 2001 Paul Krugman recomendó crear una burbuja para contrarrestar la crisis de las TIC´s en Estados Unidos. Fueron los prolegómenos de la brutal crisis financiera de 2007 que aún seguimos padeciendo. En las últimas semanas, Krugman afirma que «una nueva burbuja nos podría ayudar bastante ahora mismo, aunque la acabáramos pagando más tarde» (http://www.youtube.com/watch?v=N4cRnxPXClc). Pues parece que volvemos a olvidar.

Este es el problema del patrón fiduciario. El único respaldo es una mera promesa de pago por parte del emisor de dinero. Una promesa de unas instituciones políticas que se han traducido en un «big IOU»  y una crisis de deuda que esquilma el ahorro y la inversión productiva. ¿Dónde está la confianza?

Resulta evidente que no existe un consenso entre los economistas sobre el que debe ser el sistema financiero actual. Algunos expertos, como el recientemente fallecido  Premio Nobel Maurice Allais, seguía confiando en la permanencia de un Banco Central que introdujese una regla monetaria más restrictiva. Para quienes desconfían de los políticos (muchas décadas de ciclos de auge, recesión y crisis les respaldan), como George Selgin o la Escuela Austriaca de economía, la vuelta a un patrón oro (u otro que decida el mercado) podría frenar eficazmente el poder de manipulación del dinero.

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