Economía y Public Policy

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A menudo cuando vemos la televisión, leemos cualquier periódico o tomamos el café con un amigo, escuchamos opiniones muy diversas respecto a la situación económica actual. Observamos a los tertulianos políticos y fácilmente podemos advertir si «este señor es de derechas», o «esta señora es de izquierdas». Sin embargo, alejándonos del discurso político, podemos establecer las escuelas económicas de donde beben los diversos medios de comunicación, políticos y economistas y de esta manera conocer cuáles son los diferentes enfoques teóricos con los que podemos analizar si las políticas de austeridad son nocivas o beneficiosas, si Janet Yellen puede arreglar o no el problema del desempleo en los Estados Unidos, o conocer si el argumento de nuestro amigo es equivocado o no.

Así, podemos diferenciar tres tipos de teorías económicas:

1) La fiscal expansionista, respaldada por la doctrina keynesiana y por Paul Krugman como máximo exponente. Según esta postura, la crisis económica se resume en una falta de demanda agregada ( que resume el gasto total de bienes y servicios por parte de los consumidores, las empresas y el Estado), tal y como ocurrió con la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. El desempleo es resultado de esa falta de demanda agregada. Por lo cual, el objetivo es muy claro: hay que estimular dicha demanda. Otra cosa son los medios o instrumentos con los que realizar las políticas expansivas, las cuales son estudiadas bajo el famoso modelo IS-LM.

Paul Krugman cree en una política fiscal expansiva. Según su análisis, una política monetaria expansiva no funcionaría porque nos encontramos en una trampa de la liquidez, es decir, una situación en la cual los tipos de interés están próximos a cero y que por tanto los agentes económicos, que tienen preferencia por la liquidez, preferirán conservar sus saldos monetarios antes que invertirlos en el banco. Por ello, Krugman afirma que un incremento del gasto público que estimule el empleo resultará mucho más eficaz.

2) Los monetaristas, representados por la famosa escuela de Chicago liderada por Milton Friedman. Este grupo de economistas considera que las políticas de gasto público producen el llamado efecto crowding-out, que explica cómo el Estado, al tener que financiarse para cubrir su déficit público y pagar su deuda, está detrayendo dichos recursos financieros al sector privado, que es el que realmente puede invertir y dinamizar la economía.

La receta monetarista se basa en una reducción de los tipos de interés que permita facilitar el crédito y la inversión. Frente a la óptica keynesiana, los monetaristas afirman que los agentes económicos gastarán o invertirán el dinero porque esperan que los tipos de interés van a subir en cualquier momento.

Por tanto, a pesar de que estas dos escuelas (keynesiana y monetarista) proponen diferentes instrumentos de política económica, comparten el mismo objetivo de estímulo y dinamización de la economía. Asimismo, ambas posturas comparten que el problema de la crisis económica actual es de tipo contingente. De repente, algo ha ocurrido en la economía, un tipo de accidente que no obedece a un problema sistémico.

3) La austeridad del gasto público. Esta postura es radicalmente diferente a las dos anteriores, ya que parte de estudiar la crisis económica como un problema sistémico: hay algo erróneo en el sistema financiero que produjo la crisis. En la literatura económica hay tres autores que comparten este análisis (y los tres con M): Marx, Mises y Minsky.

Marx y Minsky prescriben más socialismo e intervencionismo. La economía estaba creciendo a un nivel insostenible y es necesario controlar el sistema financiero frente al mercado imperfecto y especulativo.

Mises, cabeza de la llamada Escuela Austriaca de economía, estudia que efectivamente los ciclos económicos se producen por una descoordinación entre la inversión y el ahorro que origina un crecimiento insostenible que ha de desembocar en una crisis. Sin embargo, el economista austriaco considera que no es un fallo del mercado, el cual es muy eficiente en términos dinámicos. El problema es la autoridad monetaria respaldada por los gobiernos que, en aras de cumplir con los diferentes fines de política económica, realiza políticas monetarias expansivas que inducen a una sobreinversión no sostenida por el ahorro de los agentes. La reducción artificial de los tipos de interés no respaldada por ahorro real genera una señal errónea a los empresarios, que ven que hay más recursos financieros disponibles para la inversión. La barra libre de la liquidez produce una burbuja sobre los sectores más intensivos de capital (tecnologías, construcción, etc), y a la vez el consumo presente de los agentes se acelera. Más inversión y menos ahorro. La crisis se origina cuando los empresarios se dan cuenta de que los proyectos donde han invertido no son rentables.

La receta de los teóricos de la Escuela Austriaca es la de liquidar todos los proyectos que no pueden ser rentables y permitir que la economía se sanee. Para ello es necesario que el Estado reduzca sus gastos y permita a la economía privada recapitalizarse.

Frente al argumento de Krugman, Mises pondría como ejemplo a Japón, un país que ha mantenido una política fiscal expansiva y que arrastra un alto déficit y una deuda pública superior al 230% sobre su PIB. Sin embargo, Japón continúa con un crecimiento económico nulo. ¿Respuesta de Krugman? » Aún no se ha estimulado lo suficiente».

Estas tres perspectivas pueden resumir con facilidad todas las opiniones que, como se dijo al principio, a menudo suelen confundirnos cuando nos disponemos de un conocimiento teórico previo. Confío en que este post pueda contribuir a dicho conocimiento…

On methodological issues (III): Menger and the «Methodenstreit»

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Carl Menger is known as the founder of the Austrian School of Economics. His “Principles of Political Economics” (1.871) is one of the most important contributions to the marginalist revolution along with the works of Jevons and Walras. Nevertheless, as Hayek highlights, the method used by Menger is radically different from that of his other colleagues. Indeed, this austrian economist uses a purely subjective analysis, always taking in present the factor of time in his postulates. In this manner Menger made important contributions with the theory of goods of different orders (wich would constitute the base for the future theory of capital and interest of Böhm-Bawerk), and also with his conception of the spontaneous origin of social institutions, such as the money, the law and the languagues, which emerge from a spontaneous (not deliberate) order by economic agents in their search of individual interest.

The Historic School of Germany, represented by Gustav Schmöller, made a fierce criticism on Menger´s methodology, denying the existence of universal economic laws and the economic theory on the whole. What really exist, according to Schmoller, are laws of relative validity that explain economic phenomena according to its concrete circumstances of time, place, etc where those phenomena act. This fact forces Menger to dedicate all his efforts to the question of methodology in social sciences. It is the origin of the called “Methodenstreit” or controversy of the method, which would become one of the most relevant episodes in the history of economic thought.

In 1.883, Menger publishes his “Investigations into the Methods of the Social Sciences”. This work results specially interesting for the purpose of our inquiry, because it offers a replica that reveals the logical inconsistencies of original positivism which, as we have seen before, was strongly influenced by the inductivism of empirical and historicist kind.

Menger establishes two kind of knowledges to afford the study of social phenomena: individual knowledge and general knowledge. The first one tries to obtain the nature of phenomena and its relation within a concrete space-time. On the other hand, the general knowledge has the task of studying the forms in which those phenomena repeat themselves in a change of their relations. Thus, treating the different kinds of phenomena, we get certain typical relationships, such as relationships between supply and demand (a consecutive increase in the supply of a good will suppose a reduction in the price of that good); relationships in capital markets (a change in temporal preference which leads agents to save more money will suppose a reduction of the interest rate), etc.

This regularity in the succession of phenomena belongs to the realm of general knowledge, so as to discover economic laws.

Certainly the empirical knowledge is necessary so as to understand concrete phenomena. But Menger warns that without the general knowledge (typical relationships of phenomena) the economists will be unable to get any knowledge about the real-world phenomena, annulling any chance of prediction or domain over them.

Given the formal nature of the phenomena, Menger defines the purpose of the historical sciences to the study of concrete phenomena and events and specific institutions within a particular time and space.

For its part, the aim of the theoretical sciences will be to study social phenomena (general) and extract the laws of succession and coexistence.

Defined both kind of sciences, Menger lays down two basic orientations to attend the theoretical research: exact orientation and empiric- realistic orientation.

Realistic orientation seeks to establish phenomena in a purely empiric way. Nevertheless this orientation can not formulate rigorous laws. We need the exact orientation, whose purpose is the “determination of strict laws of phenomena, of regularities in the succession of phenomena which do not present themselves to us as absolute, but which in respect to the approaches to cognition by which we attain to them simply bear within themselves the guarantee of absoluteness.” 

Despite this classification of sciences according to its purposes, the problem arises when the economists from the Historical School of Germany tries to confuse both sciences (historical and theoretical) or think there is a substitutability relation among them. Menger demonstrates that before describing any particular phenomenon we need a previous theory . This is to say, because we know theoretically social phenomena and their general laws, we can attend to the concrete phenomena.

Accordingly, Menger asserts that only by mean of the logical deduction we can get the theoretical knowledge that enables us to understand real phenomena. This premise collides with inductivism raised by some authors already mentioned above, as Francis Bacon, Augusto Comte or John Stuart Mill. In this regard, Menger points out the following:

The error at the basis of this view is caused by the failure to recognize the nature of the exact orientation of theoretical research, of its relationship to the realistic, and by applying the points of view of the latter to the former. (…) Testing the exact theory of economy by the full empirical method is simply a methodological absurdity, a failure to recognize the bases and presuppositions of exact research”. 

Gustav Schmöller and his colleagues of the Historical School seek to implant the historical method and overthrow the analysis offered by the theoretical economy. Nevertheless Menger, although acknowledges that the study of history is essential, he explains that historical method can not substitute to theoretical economy, precisely because of the nature of social phenomena, which are in a continuous state of change and evolution. Accordingly, following Menger´s argument we can give two important objections to the Historical School of Germany:

a) First, if social phenomena are in a continuous change ¿when will history conclude its observations to let the theory act?

b) And secondly, ¿is it really possible to make any investigation without the assumption of certain criteria, views or, in general, previous theories of the researcher?

Indeed. Menger demonstrates that historical facts are useless if economists do not possess a prior theoretical framework to interpret and logically extract from them universal laws that explain social phenomena.

The work of Menger shows some inconsistencies of the primary positivism influenced by inductivism and historicism. The history of economic thought gave the triumph to the austrian economist and a new field of research was opened to the next generation of scholars.

On methodological issues (II): After Popper.

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This is a second fragment of my research project at the Institute of Economic Affairs in London.

After Popper, other authors treated the question of how scientific knowledge grows, trying to advance into the formalism of the critic rationalism and thus to renew logical positivism. In particular, there are two notable authors: Thomas Kuhn and Imre Lakatos.

In the preface of his “Structure of scientific revolutions”, Kuhn acknowledges the serious problem that social scientists have in their clashes among the accepted scientific methods. The main input of this american physicist is that science does not grow in a cumulative process of individual discoveries or inventions. In addition, he asserts that scientific progress is achieved through scientific revolutions, which are built around the concept of paradigm. Kuhn defines paradigm as “universally recognized scientific achievements that, for a time, provide model problems and solutions for a community of researchers”. 

Following to Popper, Kuhn criticizes the inductivist method of some philosophers like Bacon. He argues that just the previous theory can assure the future success of the scientific research. Thus, it is clear that Kuhn´s approach gives an important role to theory, questioning the original roots of positivism. In fact, he also develops a critic on Popper´s system:

No process yet discovered by the historical study of scientific development appears in anything to demonstration methodological stereotype of falsification, by direct comparison with nature. This observation does not mean that scientists do not reject scientific theories or that experiment or experience are not essential in the process where they act. It means (which is after all a central point) that the act of judgment which leads to scientists to reject a previously accepted theory, is always based in more than a comparison of this theory with the world.” 

Kuhn does not believe in Popper´s falsification because he acknowledges that scientists might create a set of ad hoc auxiliary hypothesis that protect the main theory.

Therefore, the scientific revolution emerges as an episode of not cumulative process in which an old paradigm would be substituted by another new paradigm. The arrives of the new paradigm has important implications in the scientific research, due to the changes that scientists face in phenomena already studied and observed. Now they learn to observe with new roots and techniques. But also, and this is key, the new paradigm brings as consequence a change in the perception of the map of concepts. In effect, data are not unequivocally stable. Later we will demonstrate that this idea is specially relevant for the field of social sciences, with the aim of linking to Kuhn with the approach of some authors of the Austrian School.

The third relevant philosopher to considerate is Imre Lakatos, who tried to conciliate both proposals of Popper and Kuhn. Lakatos agrees with Popper in his reject to inductivism, though he acknowledges that his falsification system is not enough to resolve the problem of demarcation between scientific knowledge and pseudoscience. So, basing in Kuhn, Lakatos demonstrates that scientists elaborate auxiliary hypothesis to pass the test. Instead of possible refutations to a theory, scientists talk of anomalies. Nevertheless, Lakatos does not support Kuhn´s thesis,considering that scientific revolutions assume the change to other set of irrationals convictions, to the extent that these have not been tested. Thus, Lakatos brings his model: methodology of scientific research programmes (SRP). Indeed, the success of scientific knowledge is not based in an isolated hypothesis but in a SRP. The SRP is constituted by a hard core of ideas (equivalent to Kuhn´s paradigm) and a protective belt of auxiliary hypothesis. Also, SRP´s heuristic (or machinery) let it correct possible anomalies. Lakatos finds examples of SRP in Einstein´s theory of relativity or in marxism. Both have a hard core and a protective belt, and also machinery to solve the problems. Defined the SRP, Lakatos distinguishes sharply between progressive SRP and regressive SRP. The first one shows a theory which discovers new facts that before were totally unknown. In contrast, regressive SPR theories serve only to accommodate already known facts. Marxism was never capable of successfully predict any fact , and it has been forced to continually create auxiliary hypothesis so as to explain the events that were happening.

Said this, Lakatos conceives that the true scientific revolution arises from tow SPR models. Faced with instant rationalization of popperian solution and the sudden and irrational change of paradigm of Kuhn, Lakatos speaks of a substitution (in time, not immediate) of a regressive SPR to a progressive SPR.

 

Friedman´s Methodology of Positive Economics.

 

After this brief review, we are ready to analyze the main work to the defense of positivism within economic science. This work is “The methodology of Positive Economics” by Milton Friedman. In this essay, Friedman introduces his inquiry distinguishing between “positive economics” (study what the economic science is) and “normative economics” (study what the economy should be, this is to say, a set of rules to get an end). The confusion among both approaches leads to Friedman to consolidate the concept of positive economics, considering that “what is” must be independent of any ethic judgment about “what should be”.

Friedman defines positive economics as a “system of generalizations that can be used to make correct predictions about the consequences of any change in circumstances. Its performance is to be judged by the precision, scope, and conformity with experience of the predictions it yields.” 

Thus, positive economics must be understood as an purely objective science. While Friedman admits that economics studies human beings and that the researcher is both observer and observed (following the idea of Max Weber), for him these considerations are not important. The goal of positive science is the development of a theory or set of hypotheses that yields significant predictions of not yet observed phenomena.

Regarding to the concept of theory, it would be constituted by two elements: first, a language destined to foster systematic and organized reasoning methods; second, a set of substantive hypotheses designed to abstract essential phenomena from a complex reality.

As a language, the theory is constituted as a set of tautologies, a system to organize empirical data and facilitate its comprehension. That is to say, that categories are logic and well classified. Friedman gives a good example with the categories of supply and demand, which are basic so as to explain relative prices of products and factors of production. To ensure that this dichotomy is useful, empiric research must find a list of its forces, which must be clearly distinguished for the case of supply and for the case of demand. In those markets (such as speculative markets) where the empirical evidence can not accomplish a clear distinction of these forces, then, the categories of supply and demand would not be useful.

As a set of substantive hypotheses, theory is tested by its power of prediction for the kind of phenomena that it tries to explain. That is why only the factual evidence can prove whether a theory should be accepted as valid or whether on the contrary must be rejected. Accordingly, “the hypothesis is rejected if its predictions are contradicted (“frequently” or more often than predictions from an alternative hypothesis); it is accepted if its predictions are not contradicted; it is accepted if its predictions are not contradicted (…) Factual evidence can never “prove” a hypothesis; it can only fail to disprove it, which is what we generally mean we say, somewhat inexactly, that the hypothesis has been “confirmed” by experience.”

It may be noticed the great influence of Popper in Friedman´s thesis. Certainly this economist tries to be prudent when he considers the difficulty of experimenting in social sciences, precisely because of its peculiar nature. Nevertheless, as before mentioned, these differences are only differences of extent. To Friedman, the problem of the logical interpretation of facts (pointed out by Kuhn) is not important and he regrets the return to the tautological and formal analysis of some economists. In summary, a theory is not explained by the realism of its assumptions, but by the empirical testing of these ones. For instance, the hypothesis of profit´s maximization from entrepeneur is not true because of it emerges from a logic deduction, but because the factual evidence do not disprove it.

The work of Friedman shows the essentially positivist character of the methodology which is applied in economic science nowadays.

 

 

Janet Yellen, naturalmente.

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En los últimos días se ha generado una gran expectación en todos los medios de comunicación nacionales e internacionales acerca de la persona que fuese a relevar a Ben Bernanke en la presidencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos (la Fed, para los colegas). Pues bien, después de ardientes especulaciones, debates televisivos, reportajes de prensa y teorías conspiratorias, el presidente Obama por fin ha hecho su propuesta a la sucesión de Bernanke: Janet Yellen, naturalmente.

Janet Yellen es la persona idónea para desempeñar las funciones de presidencia de la Reserva Federal. Y no digo esto precisamente por el curriculum vitae de la señora Yellen, el cual es realmente sorprendente (¡incluso está casada con un Premio Nobel de Economía!), sino porque va a continuar con la misma tendencia que Ben Bernanke y Alan Greespan en la política monetaria estadounidense. Es decir, Obama jamás habría propuesto a nadie que pudiese romper con el tono expansionista de la política monetaria y mucho menos comprometer o cuestionar el papel de la Reserva Federal como monopolio de la emisión de moneda e institución competente para la fijación de los tipos de interés, naturalmente.

Una de las virtudes que más se han destacado de la señora Yellen es su preocupación y dedicación por el problema del desempleo. Esta virtud no es más que un cliché que nos recuerda que la Reserva Federal tiene un mandato dual, esto es, que para la fijación de los objetivos de política monetaria, tienen la misma importancia el objetivo de inflación como el objetivo de empleo y crecimiento económico. Por ello resulta curioso cómo en cambio, con respecto a los presidentes del Banco Central Europeo (BCE), la virtud que a menudo se suele destacar, en la prensa, es su clara preocupación por la inflación. Y es que el BCE tiene un mandato prioritario, es decir, que teóricamente el objetivo prioritario es la estabilidad de precios frente a cualquier otro. Sin embargo en la práctica estamos viendo cómo Mario Draghi, el actual presidente del BCE, está manteniendo una política expansiva a imagen y semejanza de su homólogo en Estados Unidos. Eso sí, se hace un poco más de rogar por su supuesto compromiso al objetivo de inflación.

Dicen que la señora Yellen predijo el boom inmobiliario. No debería sorprenderle a nadie, pues la institución que ella representa es una de las responsables directas de la crisis financiera. Son las políticas monetarias de expansión del crédito las que inducen una sobreinversión que no está respaldada por ahorro real. La reducción artificial de los tipos de interés envía señales erróneas al mercado, ya que los empresarios observan que aparentemente existen más recursos financieros disponibles (aunque el ahorro real no se haya incrementado, sino más bien todo lo contrario). De esta manera, los empresarios se lanzan a invertir en proyectos que precisan de capital y que, por alocados que sean, son fácilmente financiables, dado que la oferta monetaria se ha incrementado tanto que los tipos de interés reales son negativos. Asimismo, los consumidores se lanzan a pedir créditos al consumo y comienzan a endeudarse progresivamente.

Todo marchaba bien mientras siguiera abierta la barra libre de la liquidez. Sin embargo, la señora Yellen sabía bien que la situación no podía mantenerse. Pero a pesar de ello…¿cuál es su receta para la recuperación económica? Más crédito, dinero fácil y endeudamiento de un país que actualmente se encuentra en suspensión de pagos y con el cierre de su administración.

Contamos por tanto con una keynesiana en la presidencia de la Reserva Federal, naturalmente. Su colega Paul Krugman no estará descontento con la elección, aunque él no confía tanto en la política monetaria y prefiere una intervención del Estado a través de la política fiscal expansiva. No obstante, una de las recomendaciones de Krugman que me gustaría recordar (aparte de sus enseñanzas sobre las bondades de la economía de guerra), es cuando en el año 2001, con la crisis estadounidense de las TIC´s, pidió crear un boom artificial para que la economía no se ralentizase.

Por todo ello estoy seguro que, a la vista de las recetas propuestas por Yellen, el economista Krugman podrá ponerse de acuerdo con ella para crear otro nuevo boom y sentar las bases de otra crisis financiera, naturalmente…

On methodological issues (I)

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This is a small fragment of my research project, developed during my research internship at the Institute of Economic Affairs in London.

The Positivist Model and Popper´s contribution:

 We can define “positivism” in a broad sense like the school of thought which establishes that only the scientific knowledge is that one true knowledge. According to this assertion, every knowledge must be analyzed and proved against experience, so as to consider its quality of “scientific” or not.

In this way, several methodological propositions arose during the nineteenth century, highlighting authors like Auguste Comte and John Stuart Mill, maximum exponents of empiricism. In addition, in the twentieth century we can point out other important authors like Bertrand Russell or Ludwig Wittgenstein, whose works inspired the constitution of “The Vienna Circle”. This group of intellectuals developed a great influence over the positivist logic, with the goal of establishing one single and true method for all sciences, which is no other but the experimental method own of the natural sciences. The rest, they say, is pure metaphysic. This is the origin of the called “methodological monism”.

However, this initial positivism was essentially influenced by the inductivism. It will be in 1.934 when a young Karl Popper publishes his “Logic of Scientific Knowledge”. In this work, Popper focus on a key question: how does scientific knowledge grows? The main task of the logic of scientific knowledge is to study the process (method) whereby the researcher lays down a set of hypothesis and after that, he proves them against the experience through the observation and experiment. Said this, Popper asserts that some people think the empiric sciences can only be those characterized by the inductivist method. The logic of all scientific knowledge is equal to inductivism:

It is usual to call an inference inductive if it passes from singular statements (sometimes also called particular statements), such as accounts of the result of observations or experiments, to universal statements, such as hypothesis or theories.”  

 Despite the weight of inductivism in the positivist logic, Popper refuses it. As he follows:

Now it is far from obvious, from a logical point of view, that we are justified in inferring universal statements from singular ones, no matter how numerous; for any conclusion drawn in this way may always turn out to be false: no matter how many instances of white swans we may have observed, this does not justify the conclusion that all swans are white.

 Then, refused the inductivism, Popper proceeds to explain his “deductive method of testing”. According to this philosopher, for each new theory advanced by the researcher, its conclusions are obtained by deductive logical means. Then, these conclusions might be compared with other relevant (scientific) statements in order to get rational relations between them (such as equivalence relations, compatibility or incompatibility, etc). Therefore, Popper establishes four main test lines in the course of analyzing a new theory:

 

  1. Logical comparison of conclusions among them so as to guarantee its consistency.

  2. Inquiry of the logical form of the theory, in order to determine whether it is empiric (scientific) or tautological.

  3. Comparison with other theories and acknowledge whether or not the new theory supposes a scientific advance.

  4. Finally, contrasting the theory with the results offered by empirical evidence.

 

Conclusions which are supported by theories that have already been accepted do not admit difficulties. Statements which are not derived from current theory, and more specially those that contradict it, are the statements that concern to the method of testing.

Accordingly, Popper defines two important types of decisions:

If this decision is positive, that is, if the singular conclusions turn out to be acceptable, or verified, then the theory has, for the time being, passed its test: we have found no reason to discard it. But if the decision is negative, or in other words, if the conclusions have been falsified, then their falsification also falsifies the theory from which they were logically deduced.

 Popper´s “deductive method of testing” leads to his famous demarcation criterion. This criterion attempts to distinguish sharply on one hand between empiric sciences, and on the other hand, between logic, mathematics and metaphysics.

Nevertheless, there are two crucial considerations to point out when Popper asserts that the base of his criterion is falsifiability. First of all, we must recall that under this system a positive decision may support a theory just temporarily (i.e. while the empirical evidence does not prove it contrary) and instead, a negative decision can overthrow it forever. And secondly, positivism denies that knowledge which can not be verified by experience. On the contrary, Popper indicates that a theory can never be verified. Thus, because of this impossibility, Popper gets away far from inductivism and lays down a demarcation based in falsifiability, which admits scientific knowledge not in a positive sense but in a negative sense:

My proposal is based upon an asymmetry between verifiability and falsifiability; an asimmetry which results from the logical form of universal statements. For these are never derivable from singular statements, but can be contradicted by singular statements.” 

 In fact, we can conclude that Popper has made a huge contribution redefining a more “sober” positivism within the called “critic rationalism”.

El fin del Estado del Bienestar

La semana pasada, el Rey Guillermo-Alejandro de los Países Bajos daba a su pueblo una noticia muy poco usual: el modelo del Estado de Bienestar ha llegado a su fin.

A pesar del alarmismo de muchos, la declaración del monarca evidencia que el llamado Estado de Bienestar, lejos de convertirse en la panacea de todos los males, es una verdadera tragedia para Europa.

¿Cuáles han sido las consecuencias del Estado de Bienestar?  Hace ya más de un siglo que el economista francés Fréderic Bastiat afirmó que este modelo europeo suponía institucionalizar el «pillage réciproque» o saqueo recíproco. Porque los recursos son escasos, uno puede pensar que si no recibe un determinado subsidio o una subvención para cualquier proyecto (por alocado que sea), algún otro lo recibirá en su lugar. De esta manera, los gobiernos han tenido que prometer y garantizar progresivamente más ayudas sin ningún criterio de eficiencia, hasta tal punto que la situación es insostenible. Se han creado incentivos perversos y los beneficiarios no quieren renunciar a las ayudas. «Es justo», afirman, «estamos cogiendo simplemente lo que pagamos con nuestros impuestos».  Las economías se han endeudado y ahora debemos asumir una crisis de la deuda soberana.

Lo mismo ocurre con la tragedia de los bienes comunales. Siguiendo el refranero español, «lo que es del común, es del ningún». La estructura de bienes y servicios públicos ha traído como consecuencia el derroche en su consumo. Todos los pagamos con nuestros impuestos, pero realmente no somos conscientes de ello y a menudo afirmamos que la sanidad, educación, pensiones, etc, son servicios gratuitos. Asimismo, la falta de una correcta asignación de derechos de propiedad de los bienes ha traído como consecuencia el problema de las llamadas «externalidades negativas», siendo especialmente importante la contaminación y sobreexplotación de los recursos naturales. No hay nada más perjudicial que un sistema que no permite realizar un cálculo económico congruente.

El dilema es pues muy claro: reconocer el fracaso del Estado de Bienestar o perpetuar su insostenibilidad en el tiempo, endeudando Europa y esquilmando el ahorro necesario para un mejor futuro de los que vendrán. 

Los menos interesados en un cambio son nuestros políticos, que año tras año han engordado sus presupuestos e incrementado su poder. Serán ellos quienes suban los impuestos a los contribuyentes para pagar toda la deuda. Ellos privatizan las ganancias de su poder y socializan los costes al pueblo que legítimamente representan.

El debate más controvertido en estos momentos es el de la sostenibilidad de las pensiones en España. Vemos constantemente en los medios la revisiones del Pacto de Toledo, edad de jubilación y prestaciones. No nos engañemos. Sin querer dar cifras estadísticas, que son una invitación a la manera más pedante y oficial de contar una mentira, prefiero ofrecer un análisis más simple: el sistema de pensiones públicas está basado en los llamados esquemas de Ponzi, es decir, que para que sea sostenible, la base de la pirámide poblacional que paga las pensiones debe crecer indefinidamente. Esto no está sucediendo, más bien todo lo contrario. La población activa que ha de mantener a los pensionistas es cada vez menor.

Es el momento de derribar estos mitos en torno al Estado de Bienestar. Afirmar que ciertos servicios han de ser públicos simplemente porque siempre han sido así no es una explicación razonable. El sistema ha colapsado y debemos ser responsables de nuestras decisiones en el futuro inmediato que aseguren un verdadero bienestar para los jóvenes y los que aún están por llegar.

 

 

 

 

Adam Smith…¿padre de la economía política?

Si tuviéramos que destacar la singular naturaleza del economista, muy pocos dudarían en resaltar la característica más genuina que lo define: su innata capacidad para discutir y poner en duda todo aquello que observa, aunque se trate de hechos comúnmente aceptados por la sociedad. Pocos temas hay en economía que no sean cuestionados. El fin está bien justificado, pues se pretende crear debate científico para ampliar el conocimiento, aunque en la realidad la mayoría de las veces dicho debate queda subordinado al interés político o ideológico.
Galbraith hace una brillante referencia sobre este asunto cuando menciona a Adam Smith:
“Los economistas tienen fama de no ponerse de acuerdo entre sí, pero suelen coincidir en una cosa: si la economía tiene un padre fundador, éste es Adam Smith”

Sin embargo, en honor a lo anteriormente dicho, me atrevo a poner en duda que fuese Adam Smith el padre de la economía política.
El economista austriaco Murray N. Rothbard, en su excelente obra de Historia del pensamiento económico, demuestra que en efecto hubo un economista que con anterioridad a Adam Smith, escribió un tratado de economía con igual o superior brillantez a «La Riqueza de las Naciones». Este economista es Richard Cantillon.

Cantillon es un personaje que está aún por descubrir en la ciencia económica. De origen irlandés, nuestro economista emigró a París en 1.714 en busca de un futuro prometedor. Y así lo logró. En la Francia arruinada tras la Guerra de Sucesión española, el recién ordenado regente duque de Orleans tenía problemas para solucionar los graves problemas financieros del país. En este escenario, un escocés llamado John Law, logró con astucia ganarse el favor del regente, llegando a ser el Inspector General de Finanzas de Francia. Valiéndose de su cargo, inició la famosa ola especulativa del Mississippi. John Law encontró en Richard Cantillon un socio inteligente para ayudarle en su empresa. La política de Law, recogida en su obra “El dinero y el comercio: una propuesta para proveer de dinero a la nación”, se basaba en una clara expansión de la masa monetaria por parte del gobierno para cubrir su déficit. Es decir, el Estado tenía la obligación de incrementar la oferta monetaria conforme a las necesidades del comercio y la actividad económica.
Cantillon se asoció con Law, pero antes de estallar la burbuja, Cantillon vendió astutamente sus participaciones y se hizo millonario a costa de la ruina de millones de personas. Aunque moralmente la actitud de Cantillon podría no ser admisible, no cabe duda de que fue inteligente, ya que Cantillon fue capaz de percibir el momento en que los precios de las acciones comenzarían a bajar drásticamente.
Alrededor de 1.730 publicará su “Essai sur la nature du comerce en géneral”, aunque no se editará hasta 1.755 y tardará muchos años más (hasta 1.931) en traducirse al inglés. Como bien advierte Francisco Cabrillo,” para algunos especialistas, el Ensayo es la mejor obra de economía escrita en el siglo XVIII, superior incluso al libro de Adam Smith, por lo que cabría atribuir a su autor el título de padre de la economía política”

Padre de la Economía Política.

Murray N. Rothbard expone el trabajo científico de Cantillon destacando los puntos más relevantes de su producción teórica:

En primer lugar, la metodología: Para Rothbard, Cantillon es el primero de los modernos al centrarse en el análisis económico sin atender a las preocupaciones éticas y políticas como en su momento hicieron los escolásticos y los mercantilistas respectivamente.
Igualmente, Cantillon hace uso de la abstracción económica según el experimento Gedaken. En economía, el concepto de experimento Gedaken resulta muy interesante, ya que supone utilizar la deducción lógica y la abstracción para llegar al entendimiento de la realidad, sin necesidad de experimentos de laboratorio. Esta metodología choca radicalmente con el enfoque positivista de la economía convencional, que utiliza el método de las ciencias naturales para intentar medir las variables económicas y falsar empíricamente toda teoría. Cantillon se basa en el análisis “ceteris paribus” para hallar relaciones de causa-efecto. En su tratado comienza con un modelo muy simple, y progresivamente le va dotando de mayor complejidad.
En segundo lugar, Rothbard señala el valor y el precio: Cantillon concibe la formación de los precios a partir de un bien valorado y demandado por los consumidores, una demanda que es siempre subjetiva. Frente a la concepción clásica, Cantillon afirma que el valor intrínseco de cualquier bien no sirve de nada si dicho bien no tiene su demanda en el mercado de la mano del consumidor, y por ello determina las ventas y el precio.
En tercer lugar, se encuentra el papel del empresario: El empresario cantilloniano es emprendedor por naturaleza. Además, este empresario está operando en un ambiente de incertidumbre, debido a que el entorno en el que actúa está constantemente cambiando como consecuencia de la realidad dinámica en la que opera, y por tanto el empresario está sometido a un riesgo. El acierto y el error existen en sus previsiones. El esquema neoclásico no comprende el riesgo del empresario en la búsqueda del beneficio. Es por esto que economistas como Schumpeter afirman que el riesgo no es sostenido por el empresario, sino por los bancos que financian sus proyectos. Además, Cantillon apunta que el beneficio es la recompensa de una previsión exitosa. Esta idea ha sido desarrollada por economistas austriacos como Israel Kizner y Jesús Huerta de Soto, señalando que el beneficio empresarial es el incentivo que mueve al empresario a ejercer su función empresarial.
No obstante, la aportación más importante de Cantillon a la economía ha sido su investigación sobre el dinero y análisis de procesos.
Para Cantillon, el oro no tiene un valor intrínseco que se derive del coste de producción. Su valor es fruto de las valoraciones subjetivas de los sujetos. Igualmente, el papel moneda no tiene coste de producción alguno, pero el mercado le otorga un valor referente al oro o la plata en los que puede convertirse. Intuitivamente a través de esta idea, Cantillon ya percibe el peligro que puede suponer el imprimir papel moneda ficticio que no sea respaldado por este oro o plata, y es que se daña la confianza en el dinero, algo que podemos extrapolar a la situación actual de desconfianza absoluta en el sistema financiero por parte de los agentes económicos. Sin embargo, esta enseñanza tan importante ofrecida por Cantillon, con anterioridad a Adam Smith, ha sido desdeñada por los economistas venideros. No es exagerado apuntar por tanto, siguiendo la línea de Hayek, que la teoría económica keynesiana e intervencionista a partir de expansiones de la masa monetaria ha supuesto un retraso definitivo en el pensamiento económico, precisamente por ignorar a economistas como Cantillon. Precisamente sobre el proceso de expansión monetaria, Cantillon establece que dicha inyección de dinero se introduce paulatinamente en el sistema, por lo que los precios no se elevan de un modo homogéneo. Este punto es clave para entender el papel del dinero. En efecto, para los economistas neoclásicos, el dinero no es importante, ya que su función es únicamente la de facilitar las transacciones. El dinero es un simple velo. La famosa teoría cuantitativa del dinero así lo postula. Incluso el Premio Nobel Milton Friedman afirma con rotundidad que si bien en el corto plazo el dinero podría afectar a los precios relativos, en el largo plazo es neutral. Cantillon, siglos antes demostró que las políticas monetarias expansivas sí tienen un efecto sobre los precios relativos, influyendo primero en el precio de una serie de bienes determinados, como podría ser el sector de la minería en el ejemplo de Cantillon (sectores a los que el Estado dirige los recursos), para expandirse posteriormente al resto del sistema económico.

En definitiva, hemos visto que el trabajo de Cantillon es de una gran relevancia, y que por tanto la paternidad de la economía política como ciencia, hasta ahora representada por Adam Smith, podría resultar cuestionada en el futuro por parte de los historiadores de la economía.

La Quimera de la Austeridad

Siempre resulta curioso comprobar cómo ciertas palabras o términos, tales como «rescate», «austeridad», «ajustes», etc, son conceptos tan manidos por la sociedad española hoy en día que los aceptamos espontáneamente sin pararnos a reflexionar sobre su significado. En mi humilde opinión, comparto la observación del notable economista Nassim Taleb cuando, en su excelente ensayo «The Black Swan», afirma que el poder del Estado y de la prensa para manipular este tipo de términos supone una verdadera propaganda que, lejos de informar al público, trata de evitar que se produzca un debate científico alejado de puras cuestiones ideológicas.

Esto ocurre por ejemplo con el llamado Plan de Austeridad del gobierno de España.  Muchos sectores han manifestado un rechazo absoluto a los recortes del gasto público (recortes que en su mayoría, se refieren a un descenso en el incremento de los presupuestos generales del Estado). Sin embargo, en el momento en que analizamos el concepto de austeridad, podemos comprender cómo realmente nos encontramos ante un mito oscurantista.
Hay dos indicadores económicos que miden el gasto público. El primero, que es el que atrae toda la atención del ministerio de Hacienda, es el déficit público, que mide el desajuste negativo entre los gastos realizados por el Estado y los ingresos que éste percibe (la contabilidad nacional no considera los ingresos financieros a este respecto). Actualmente el objetivo del déficit público para el año 2013 se sitúa en el 6,5% del Producto Interior Bruto. Sin ánimo de ser una especie de gurú, es muy difícil creer que dicho objetivo se alcance.
El segundo indicador económico importante para medir la capacidad de financiación de la economía española es el ratio de deuda pública sobre el PIB. En estos momentos dicho indicador arroja un resultado superior al 90% de deuda pública/PIB.
A la vista de ambas medidas, queda claro que el Estado español continúa manteniendo una estructura de gasto claramente insostenible. Y si bien es cierto que otros datos de nuestra economía pueden ofrecer un mayor optimismo a nivel de reducción de desempleo y superávit comercial, lo que no puede negarse es que ahora debemos afrontar una crisis de la deuda soberana.
La crisis económica que venimos padeciendo desde hace ya cinco años evidencia una clara descoordinación entre el nivel de inversión y la tasa de ahorro de nuestra economía. Es decir, las economías domésticas (familias y empresas) y el Estado están sumamente endeudados. Por ello no puede pretenderse, a raíz de las políticas hasta ahora aplicadas, que el problema del déficit y la deuda se solucione a través de un incremento de los ingresos fiscales. Todo aumento de impuestos, especialmente aquellos que afectan al ahorro, impide que la economía privada pueda liquidar sus deudas, ya que las familias disponen de una menor renta disponible.
El verdadero ajuste debe producirse por la partida de gastos. A pesar del alarmismo social, el gasto público en España se mantiene a niveles más altos que en el año 2009 (es especialmente relevante el incremento de gastos de personal. Véase el análisis en el diario Expansión en http://diegosanchezdelacruz.wordpress.com/2013/09/10/radiografia-del-gasto-publico-en-espana-2009-2013/)

Es por esto que debemos formularnos la siguiente pregunta: ¿podemos afirmar realmente que el gobierno está aplicando una política eficiente de austeridad? Es el momento de analizar la sostenibilidad del llamado Estado de Bienestar. En lugar de subir los impuestos, debemos plantearnos una seria reducción de los gastos públicos.  

Son muchos los economistas que hoy en día rechazan el ahorro por parte de la economía pública y privada. Algunos de ellos, como Paul Krugman, sostienen que la raíz del problema es una falta de demanda agregada. Por ello, afirman, el Estado debe impulsar dicha demanda con programas de estímulo público y monetario.

España ya ha destinado 8.000 millones de euros al famoso «Plan E» de estímulo público, lo cual no sólo no ha resuelto el problema del desempleo sino que además lo ha agravado con un mayor endeudamiento que se traducirá en progresivas subidas de impuestos para pagar dicha deuda. No obstante, el argumento de  Paul Krugman sigue siendo el mismo: «Aún no se ha gastado lo suficiente».

El mayor reto que España debe afrontar es la japanización de la economía. Si no se realiza una contundente reducción del gasto público ni se eliminan las trabas para que la economía privada se capitalice, nuestro país podrá entrar en una recesión prolongada en los años venideros.

No obstante,  ¿quién pone el cascabel al gato? 

La economía de los Cañones o Mantequilla

Quiero presentar este blog intentando resolver las dudas que inmediatamente a cualquier lector le han podido surgir al entrar en esta página y encontrar en su cabecera un título tan poco usual como «Cañones o Mantequilla». ¿Por qué emplear dos términos tan simples y a la vez tan poco relacionados entre sí?

Más allá del puro marketing con el que intento atraer al mayor número de lectores posible (algo que sin duda admito tener en cuenta), muchos podrán encontrar un referente importante de este título en algunos de los manuales clásicos de economía (como el famoso «Samuelson» estudiado por varias generaciones de estudiantes) que se utilizan en las universidades para explicar los «Principios» de una ciencia tan controvertida en nuestros días como es la ciencia económica.

En efecto «Cañones o Mantequilla» es el modelo más empleado por los economistas para explicar la llamada Frontera de Posibilidades de Producción (FPP). Pues bien, la FPP es una curva que representa las cantidades máximas posibles de bienes y servicios que pueden producirse en una economía. A partir de unos factores de producción dados (tierra, trabajo y capital), un país puede producir unas cantidades óptimas de dos bienes: cañones o mantequilla. Es por esto que, al ser los recursos siempre escasos, la sociedad tiene un «trade-off» que implica una decisión: producir más cañones supone tener menos mantequilla, y viceversa. Por ello hablar de cañones «y» mantequilla sería incorrecto al no recoger el problema de la escasez en economía.

Veamos las implicaciones más relevantes de este sencillo ejemplo. La economía existe desde que el ser humano ha de elegir, es decir, desde siempre. Porque los recursos son escasos existe la economía. Ahora bien, teniendo esto en cuenta hay una pregunta fundamental que me atrevo a plantear: ¿es la tarea última de la economía estudiar el problema técnico de la asignación de recursos «susceptibles de usos alternativos»?  Más allá del mero problema técnico, la economía convencional ignora la cuestión más importante, que es la que precisamente ataca a sus cimientos. Si efectivamente el individuo tiene que elegir entre unos determinados medios para conseguir sus fines, ¿qué papel juega la información? ¿está «dada» y es perfecta tal y como asume la ciencia económica? En el momento en que abordamos el problema del conocimiento y de información en economía, podemos entender que  el estudio de esta ciencia es algo más complicado. La información no es un dato objetivo que puede ser almacenado por parte de cualquier agente. Esto evidencia que la intervención de los gobiernos en la asignación de los recursos resulta más cuestionable de lo que pretenden hacernos ver. Asimismo, la economía es esencialmente dinámica. Los seres humanos, en el curso de nuestras acciones en el tiempo, trazamos planes que continuamente pueden verse frustrados por la incertidumbre. Nuestros fines cambian constantemente y por ello resulta imposible concebir la economía sin la acción humana.

Por ello en este blog se pretende mostrar la economía que no se ve (como diría Bastiat), que está más allá de un problema matemático de asignación de recursos y que sitúa como elemento principal al agente económico que, lejos de ser un homo oeconomicus que tiene información perfecta y es atemporal, es en cambio un individuo que actúa y emprende, que está sometido a una incertidumbre inevitable. La economía convencional ha construido en base a supuestos falsos una serie de mitos, de algún modo oscurantistas, que aquí intentaremos derrumbar.

Porque esto de la economía es algo más complejo que una simple elección entre cañones o mantequilla…